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sábado, 28 de noviembre de 2015

Estar siempre despiertos, mantenernos en pie en camino de fidelidad para vencer la tentación

Estar siempre despiertos, mantenernos en pie en camino de fidelidad para vencer la tentación

Daniel 7, 15-27; Sal.: Dn 3,  82.83.84.85.86.87; Lucas 21, 34-36

‘Estad siempre despiertos…’ nos recomienda Jesús hoy en el evangelio. Despiertos, vigilantes, atentos a lo que puede suceder, a lo que va a venir, a lo que puede haber a nuestro alrededor que nos puede perjudicar, a lo que podamos sentir también en nuestro propio interior. No todo nos viene de fuera; dentro de nosotros puede acecharnos también el mal. Por eso, despiertos, vigilantes, atentos…
En este capitulo del evangelio que nos ha ofrecido la Iglesia en esta última semana del año litúrgico - ya esta tarde con las primeras vísperas iniciamos un nuevo ciclo - hemos ido reflexionando sobre el momento final de nuestra vida, pero también de aquellas cosas que pueden suceder en nuestro entorno y nos pueden hacer sufrir; se nos ha hablado de las dificultades para mantenernos firmes en nuestra fe y de las persecuciones incluso que podamos sufrir.
Hoy se nos previene de algo más, es la tentación que ronronea en nuestro interior desde las pasiones que se nos descontrolan, desde el egoísmo que se nos puede meter en el corazón, desde las rutinas y malas costumbres que pueden ir haciendo mella en nosotros y debilitándonos, desde esos afanes que pueden atenazar nuestro corazón con nuevas esclavitudes. Son tan diversas las tentaciones que podemos sufrir.
Pero el Señor nos enseñó a pedir en el padrenuestro ‘no nos dejes caer en la tentación’; y nos dice algo más, que pidamos la fuerza del Espíritu divino para alejarnos del mal. Que nada nos perturbe, que nada nos haga perder la paz del corazón, que nada pueda manchar esa blancura de pureza que vistió nuestro espíritu al ser lavados en el agua del Bautismo. Pero sabemos bien que la tentación está ahí y nos acecha y nos hace tropezar tantas veces en la vida.
Queremos nosotros vivir el Reino de Dios, pero el espíritu maligno no quiere que permanezcamos en ese Reino de Dios y nos ofrece la manzana de la tentación disfrazada de tantas cosas que se nos pueden presentar incluso como buenas, pero que tras el disfraz de la mentira sabemos la maldad que encierran.
Por eso nos ha dicho hoy Jesús en el evangelio: ‘Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida’. Tened cuidado, nos dice; que andemos vigilantes, despiertos para mantenernos en fidelidad. ‘Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre’.
Mantenernos en pie es mantenernos en fidelidad; mantenernos en pie es resistir la tentación; mantenernos en pie es estar vigilantes ante el peligro para no dejarnos seducir; mantenernos en pie nos exige examinar nuestros actos y nuestras actitudes, revisar nuestra vida; mantenernos en pie significa querer vivir siempre nuestra unión con el Señor. Y necesitamos  orar, porque solo con nuestras fuerzas no lo logramos; necesitamos la gracia del Señor. Mantenernos en pie es ser constantes en nuestra oración y en la escucha de la Palabra del Señor.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Aún en medio de tormentas y oscuridades hemos de ver cómo el Reino de Dios está cerca y hemos de hacerlo presente en nuestra mundo

Aún en medio de tormentas y oscuridades hemos de ver cómo el Reino de Dios está cerca y hemos de hacerlo presente en nuestra mundo

Daniel 7,2-14; Sal.: Dn 3,75.76.77.78.79.80.81; Lucas 21,29-33

A lo largo de todo este capitulo de san Lucas que hemos ido escuchando y reflexionando en esta última semana del año litúrgico Jesús nos ha hablado de tiempos difíciles que anuncian la destrucción de Jerusalén y su templo, de las persecuciones que por su nombre habríamos de sufrir a causa de su nombre y de las señales de los últimos tiempos.
Unos textos, aunque sean con un cierto tono apocalíptico que nos podrían llenar de temor, que nos ponen ante lo que en el catecismo y la teología llamábamos los novísimos para hacer referencia a la hora de nuestra muerte y del juicio de nuestra vida ante Dios. Pero como todo el Apocalipsis es un anuncio no para el temor sino para la esperanza; así tendríamos que leer también ese último libro de la Biblia llamado precisamente el Apocalipsis, cuyo verdadero significa como sabemos es Revelación.
Precisamente tras todos estos anuncios, ya casi en el final del capítulo, vemos que hoy nos dice Jesús que cuando veamos que suceden todas estas cosas, nos demos cuenta que el Reino de Dios está cerca. ‘Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios’. 
Hermosa consideración que nos hace Jesús. Vuelve a repetirnos lo que nos decía al comienzo del evangelio. Su primer anuncio recordamos era que creyéramos en la Buena Noticia que nos anunciaba porque llegaba el Reino de Dios. Ahora vuelve a repetirnos en medio de todos los anuncios que nos hace de lo que está por venir que llega el Reino de Dios, que el Reino de Dios está cerca, porque el Reino de Dios hemos de vivirlo dentro de nosotros también y especialmente en esas circunstancias difíciles.
Es lo que hemos de entender, aunque algunas veces se nos pueda hacer difícil. En medio de las tormentas y dificultades hemos de saber ver la presencia de Dios y ahí hemos de seguir reconociendo que El es el único Señor de nuestra vida, el único que nos da sentido pleno a aquello que estamos haciendo, a aquello que estamos viviendo.
Tenemos el peligro de desalentarnos, de enfriarnos espiritualmente cuando nos vienen las noches oscuras de la historia, de nuestra historia, de nuestra vida. Pero la luz de la presencia del Señor siempre está ahí, aunque nos pueda pasar desapercibida. Esa luz nunca nos falla porque siempre el Señor estará ahí junto a nosotros, es más llevándonos en las palmas de sus manos.
El nos dice que el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán. Y El prometió que estaría con nosotros hasta la consumación de los siglos; El nos prometió y nos envió la fuerza de su Espíritu que es nuestra fortaleza y nuestra vida. Vivamos y hagamos presente en nuestro mundo el Reino de Dios.


jueves, 26 de noviembre de 2015

Nuestra esperanza viviendo siempre en la fe y el amor es el encuentro definitivo con el Señor para la resurrección y para la vida

Nuestra esperanza viviendo siempre en la fe y el amor es el encuentro definitivo con el Señor para la resurrección y para la vida

Daniel 6, 11-27; Sal.: Dn 3,68.69.70.71.72.73.74; Lucas 21, 20-28

Cuando recitamos el Credo para proclamar nuestra fe hay algo que decimos y proclamamos pero que tenemos el peligro que un poco nos pase desapercibido. Proclamamos y confesamos la resurrección de Jesús y su ascensión al cielo donde, decimos, ‘está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso y desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos’. Sentado a la derecha del Padre para expresar la divinidad de Jesucristo que recibe el mismo poder y gloria, pero desde donde ha de ‘venir a juzgar a vivos y muertos’.
Cuando en el juicio ante el Sanedrín le preguntó a Jesús si El era el Hijo de Dios respondió afirmativamente pero añadió ‘y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo’.
Es a lo que nos hace referencia hoy el evangelio. Jesús habla de los tiempos finales y lo hace con un lenguaje apocalíptico propio de la época. Se entremezclan los anuncios de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo con el anuncio del tiempo final. Pero Jesús quiere que lo vivamos con paz y serenidad porque todo conduce a encontrarnos con El. Y nos habla de su segunda venida. ‘Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad’. Es la segunda venida del Hijo del hombre que será para la resurrección y la vida. Por eso termina diciéndonos: ‘Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación’.
Es el momento del juicio final. Será el final de la historia y de este mundo terreno. Será el inicio para la resurrección final. Se acerca vuestra liberación. Ya en otros momentos nos insiste en que hemos de estar preparados. Y preparados estamos si mantenemos nuestra fe y nuestra esperanza. Y preparados estaremos si nos mantenemos en nuestra unión con El viviendo siempre la gracia del Señor con toda fidelidad. Y preparados estaremos si hemos sabido ir guardando nuestros tesoros en el cielo, como repetidamente nos enseña Jesús en el evangelio.
Podemos recordar aquí también la alegoría del juicio final del que nos habla Jesús en el evangelio. Ojalá escuchamos ese ‘venid benditos de mi Padre a heredar el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo’. Una invitación a la confianza y a la paz. Una invitación a vivir de forma intensa y activa nuestra esperanza. Una invitación a vivir en el amor de Dios que se traduce en el amor a los hermanos. 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Fortalecidos en nuestra fe, preparados espiritualmente con la fuerza y sabiduría del Espíritu somos testigos de Jesús ante el mundo aunque sea adverso a nuestra fe

Fortalecidos en nuestra fe, preparados espiritualmente con la fuerza y sabiduría del Espíritu somos testigos de Jesús ante el mundo aunque sea adverso a nuestra fe

Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28; Sal.: Dn 3, 62.63.64.65.66.67; Lucas 21,12-19

El que se nos anuncie que lo vamos a pasar mal seguramente no nos gusta; que si nos mantenemos en nuestros principios o en nuestras ideas vamos a encontrar oposición y momentos difíciles, seguramente nos hará pensar si en verdad estaremos decididos a seguir adelante. Pero bien sabemos que aunque nos gustaría que todo fuera como miel sobre hojuelas sin embargo en la vida siempre nos vamos a encontrar contratiempos, dificultades, oposición a lo que queremos hacer aunque nos parezca muy bueno y esencial para mejorar nuestro mundo. Ojalá todo fuera un camino de rosas, pero bien sabemos que las rosas también tienen espinas, pero seguramente seguiremos encantados con su belleza y su perfume.
Es lo que trata de decirles Jesús a sus discípulos. Los está preparando para la misión que les va a confiar y El mismo se encuentra en las puertas de su entrega suprema en su Pascua. A los discípulos que un día habían regresado contentos cuando Jesús los había enviado porque hasta los demonios se les sometían en el nombre de Jesús, probablemente las palabras de Jesús ahora les caerían como un jarro de agua fría.
No quiere Jesús desalentarlos, sino prepararlos. Y prepararnos significa ser conscientes de la responsabilidad de la misión que se nos encomienda y también de las dificultades que podremos encontrar. Creo que en muchos aspectos de la vida todos tenemos experiencias en este sentido. Aunque quizá no nos agrade tanto - y es que somos muy humanos y nos gustaría que todo siempre marchara bien - lo que Jesús nos dice de que podemos estar abocados a la persecución. 
Bien sabemos que en el mundo de hoy - y no es muy distinto a lo que ha ido sucediendo en el trascurso de los siglos aunque pensemos que el de ahora es muy especial - no siempre es fácil ser testigo de nuestra fe. Nos parece en ocasiones que arrecian si no las persecuciones si el mundo que nos parece que está en contra a todo lo que signifique una religiosidad auténtica, un testimonio cristiano o simplemente lo que es la vida de la Iglesia. Quizá en nuestro tiempo con los medios de comunicación que tenemos y todo lo que se nos puede trasmitir por las redes sociales nos pudiera que puedan ser más notorios esos momentos de dificultad por la aparición muy palpable de los que están en contra de todo lo que signifique el nombre cristiano.
Pero como nos dice Jesús hoy en el evangelio, no hemos de temer. Su Espíritu está con nosotros y nos dará la fortaleza que necesitamos, y pondrá las palabras oportunas en nuestros labios. Lo que necesitamos es sentirnos bien fortalecidos en nuestra fe, preparados espiritualmente. No  nos ha de faltar la esperanza y la confianza en la palabra de Jesús.  Nuestro testimonio tiene que ser en verdad valiente y no nos podemos acobardar.
Hemos de prepararnos muy bien para que demos ese testimonio claro y valiente, para que resuenen nuestras palabras y brille el testimonio de nuestra vida. Hemos de cultivar nuestra fe que significa también ahondar en ella para que podamos testimoniarla claramente sabiendo que tenemos la fortaleza y la sabiduría del Espíritu. 

martes, 24 de noviembre de 2015

No podemos desesperar ni llenarnos de angustia por las negruras de este mundo, porque tenemos una responsabilidad de poner nuestra parte de luz

No podemos desesperar ni llenarnos de angustia por las negruras de este mundo, porque tenemos una responsabilidad de poner nuestra parte de luz

 Daniel 2,31-45; Sal.: Dn 3,57.58.59.60.61; Lucas 21,5-11
Contemplaban la belleza del templo. Desde la colina del Monte de los Olivos la visión era espectacular. Causaba admiración a propios y a extraños. Pero aún más estaba el amor que todo judío tenia al templo de Jerusalén y a la ciudad santa. Pero Jesús quiere hacerles reflexionar sobre todo aquello que contemplaban. Las bellezas de este mundo son transitorias, efímeras. Tendríamos que preocuparnos por una belleza que nunca se empañara. Todo debía conducirnos a querer contemplar la visión de Dios, de la que todas estas bellezas humanas son pálidos reflejos.
Todo aquello algún día quedaría destruido. Implícito estaba el anuncio de la ciudad de Jerusalén, que cuando el evangelista nos trasmitió el evangelio ya se había realizado. Abundará en párrafos siguientes en el tema. Pero para el amor que todo judío sentía por Jerusalén y su templo aquello era como el fin del mundo. Por eso quizá surge la pregunta en los discípulos. ‘¿Cuándo va a suceder esto?’ Jesús aprovechará para hacernos unas hermosas advertencias.
Muchas veces en la vida nos encontramos con agoreros de calamidades. Gentes que hacen sus propias interpretaciones ya sea de los acontecimientos, ya sea apoyándose incluso en textos sagrados para hacernos anuncios que nos llenen de angustia y de temor. Están los que lo están siempre viendo todo negro y en cuyos corazones falta la esperanza; los que lo ven todo como irremediable e imposible de arreglar y en lo que pueda ir sucediendo están viendo anuncios de calamidades que vendrán como si fuera un destino irremediable. Están los que ante lo que sucede nos hacen anuncios de fin del mundo, porque dicen que se va a cumplir ya de forma inexorable todo lo que está anunciado. Profetas de calamidades y que anuncian angustias no  nos faltan en todos los momentos de la historia. ¿Podemos vivir siempre con esa angustia que nos puede conducir a la desesperación?
Jesús hoy nos advierte: ‘Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero al final no vendrá en seguida’.
No nos dejemos engañar. No nos puede faltar la esperanza.  No nos podemos confundir ni dejar que nos confundan. No podemos decaer en nuestra tarea y responsabilidad hasta el último minuto que además nunca sabremos cuando nos va a llegar. En la carta a los Tesalonicenses san Pablo en este sentido advierte a los cristianos de entonces, porque algunos con una falsa esperanza de que el momento de segunda venida del Señor era inminente ya no querían ni trabajar.
Cuantas veces en nuestro tiempo hemos oído hablar de apariciones y revelaciones de que el fin del mundo está cerca, de que sucederá en tal año y tal fecha, porque se han hecho sus interpretaciones muy particulares de frases enigmáticas que alguien haya pronunciado. Y la gente suele ser muy crédula en estas cosas y no aprende de la experiencia de los errores y engaños que hayan pasado.
Tenemos un camino que realizar, unas responsabilidades en la vida que no podemos abandonar. Y si en ese mundo en el que vivimos hay tantas calamidades, pongamos de nuestra parte todo lo que podamos realizar para hacerlo mejor. Lo que sí en el fondo de nuestra conciencia hemos de sentir paz, porque sepamos estar en paz con Dios arrancando de nosotros todo lo que nos pueda apartar de El. Si vivimos con esa paz en el corazón no habrá angustia ni temor. Es lo que tenemos que buscar, porque con nosotros camina el Señor y El nos llena de su paz. Busquemos la verdadera belleza, como decíamos al principio, porque estemos preparados para esa visión de Dios en el cielo cuando El quiera llamarnos.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Es bonito hablar de solidaridad y desprendimiento pero qué difícil se nos hace cuando el actuar en consecuencia compartiendo lo que tenemos

Es bonito hablar de solidaridad y desprendimiento pero qué difícil se nos hace cuando el actuar en consecuencia compartiendo lo que tenemos

Daniel 1, 1-6. 8-20; Sal.: Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56; Lucas 21, 1-4

Ante este evangelio que hoy nos propone la liturgia y que recientemente ya hemos reflexionado también confieso que es mucho más fácil hablar, decir cosas hermosas, hacernos bonitas reflexiones, e incluso decirle a los demás lo que tienen que hacer, que uno hacerlo. Es bonito hablar de solidaridad, de compartir, de desprendimiento pero cuando eso nos toca hacerlo a nosotros, cuando nos toca a nuestro bolsillo o a nuestra manera de vivir parece que ya es otra cosa.
Creo que así crudamente con lo que es la verdadera realidad de nuestra vida, de lo que hacemos - al menos intento hacerlo yo hoy - tenemos que enfrentarnos una vez más a esta palabra de Jesús en este episodio del evangelio. Una mujer pobre que nada tiene y que se desprende de los dos últimos reales de su bolsillo para ponerlo en la ofrenda del templo. Y confesemos que tantas veces estamos buscando la moneda más pequeña cuando pasa la bandeja en misa delante de nosotros.
Y es que espontáneamente nos aparecen nuestras reservas; es que esto lo voy a necesitar, es que quiero tener no sé qué cosas, es que yo también soy pobre y tengo mis necesidades, es que llegamos a final de mes y no me alcanza, es que la vida está difícil y nos acogemos a las crisis haya o no las haya, nos acogemos a no se cuantas reservas mentales que nos hacemos y siempre nos buscamos disculpas que a la larga nos están encerrando en nosotros mismos.
Y Jesús nos está diciendo que aquella pobre viuda dio más que todos aquellos que antes que ella pomposamente habían ido dejando sus ofrendas en el cepillo del templo; aquella mujer dio todo cuanto tenía para vivir.
No quiero dar consejos, no quiero decir lo que tenemos que hacer, sino que solo me pongo ante este episodio del evangelio y trato de analizar mis actitudes y mis formas de comportamiento. Es en la cuestión del desprendimiento y del compartir con los más necesitados, pero será en tantas pequeñas cosas que puede haber en nuestra vida donde siempre nos estamos mirando el ombligo.
Queremos tener, queremos poseer cosas muchas veces por el simple hecho de tenerlas aunque luego ni las usemos sino que simplemente las guardamos o las tenemos como un adorno. Son esas apetencias que se nos meten por dentro donde de todo nos desconsolamos, de todo queremos tener. Son esos impulsos que nos arrastran porque total eso no cuesta tanto, eso está ahora en rebajas, y aunque no lo necesitamos, aunque no sean cosas perentorias para mi vida, allá vamos pronto a comprarlas aunque luego, digo, las arrimemos a un lado. Es ese querer estar siempre cambiando de ropa, de utensilios, porque eso ya no se lleva, porque eso está pasado de moda, porque siempre estoy con lo mismo. Miremos nuestros armarios, nuestras alacenas y de cuantas cosas innecesarias los tenemos llenos.
Son tantas las actitudes, las posturas, las rutinas de las que vamos llenando nuestra vida. Son los apegos de nuestro corazón que nos hacen mirarnos solo a nosotros mismos. Y claro así lo del desprendimiento, de la generosidad para dar lo que tenemos e incluso lo que necesitamos será en verdad algo costoso.
Nos puede decir tantas cosas aquel gesto de la pobre viuda del evangelio…

domingo, 22 de noviembre de 2015

Jesús es Rey, es nuestro Rey porque fue testigo del amor y de la verdad hasta el límite supremo de entregar su vida por nosotros

Jesús es Rey, es nuestro Rey porque fue testigo del amor y de la verdad hasta el límite supremo de entregar su vida por nosotros

Daniel 7, 13-14; Sal. 92; Apocalipsis 1, 5-8; Juan 18, 33-37
‘¿Eres tú el rey de los judíos?’ La pregunta podría ser retórica. En fin de cuentas así se lo estaban presentando y ese era el argumento que en principio argüían los sumos sacerdotes cuando llevaron a Jesús ante Pilatos. En eso había de consistir el juicio. Alguien que se proclamaba rey, lo que significaba una rebelión contra el poder constituido, que en este caso era el poder romano.
Pero es que quizá Pilatos al hacer la pregunta retóricamente en el juicio que se estaba iniciando se estaría preguntando en su interior cómo es que éste es el rey de los judíos. ¿Dónde estaban sus seguidores? ¿Dónde estaban sus ejércitos? El reo que presentaban ante él no mostraba las señales de altivez y deseos de grandeza de quien quiere ser considerado como rey. La humildad de la apariencia no daba las señales del orgullo de quien quería ser proclamado rey. De ahí la respuesta de Jesús que conoce bien los corazones de los hombres y veía los interrogantes que se le podían estar presentando en su interior al gobernador. ‘¿Dices eso por ti mismo o te lo han dicho otros de mi?’ Podían haberle hablado de su nacimiento ignorado y pobre entre los pobres en Belén porque el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza; podrían haberle hablado de la vida oculta en Nazaret viviendo como el hijo de un simple artesano.
Nadie podrá ir diciendo que se había proclamado rey, porque cuando quisieron hacerlo allá en el descampado cuando lo de la multiplicación de los panes El se había retirado solo a la soledad de la montaña. Cuando la gente se entusiasmaba ante los signos que realizaba les trataba de impedir que lo divulgasen. Solo había permitido en la reciente entrada en Jerusalén que los niños y sencillos lo aclamasen como el Hijo de David, el que viene en nombre del Señor. Cuando sus discípulos más cercanos habían discutido por primeros puestos y lugares principales en su reino les había enseñado que la verdadera grandeza está en hacerse el último y el servidor de todos. ‘No será entre vosotros como con los poderosos de este mundo’, les había dicho.
Por eso responderá Jesús que su reino no es como los reinos de este mundo. ‘Mi reino no es de este mundo’, había contestado. No tenía ejércitos que lo defendieran para no caer ni en manos de los judíos, ni bajo el poder de los romanos. ‘Mi reino no es de aquí’.
Esto provocará entonces la intriga de Pilatos. ‘¿Con que tú eres rey?’ ¿Cómo es, entonces, que te presentas como rey? ¿Dónde están tus avales? No veo grandezas ni afanes de poder. ¿Qué tipo de reino es el tuyo que dices que no es de aquí? podía estar replicando Pilatos.
La afirmación de Jesús es rotunda. Es cierto que no ves cómo puedo ser rey ni en qué se está manifestando mi poder. ‘Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad y todo el que es de la verdad escucha mi voz’.
Jesús es Rey porque es el testigo de la verdad. Sí, el Reino de la verdad que es un reino de luz donde no cabe la mentira. Donde hay verdad hay luz, hay vida, hay amor, hay justicia verdadera. Donde hay verdad no caben ocultaciones ni mentiras; y donde reina la mentira hay oscuridad y con las tinieblas vienen toda clase de males. Desde las tinieblas surge la injusticia y la opresión; desde la oscuridad de las mentiras donde falta la verdad todo será apariencia y vanidad, todo será hipocresía y maldad; cuando caminamos entre tinieblas porque rechazamos la luz nos faltará una mirada limpia para ver con nuevos ojos al hermano y brotará el egoísmo y la insolidaridad; cuando nos falta esa verdad en la vida nos llenamos fácilmente de orgullo y de soberbia para subirnos sobre pedestales desde los que tratamos de manipular en propio beneficio egoísta a cuantos nos rodean haciendo en consecuencia daño a la dignidad de los demás.
Y así no es el reino de Jesús. Así no es Rey Jesús. Es rey y viene a dar testimonio de la verdad, y cuando resplandece la verdad brillará el amor y la vida, los corazones se llenarán de una autentica paz, las relaciones entre unos y otros estarán siempre basadas en el amor y en la justicia. Así es el Reino de Jesús. Por eso nos enseñará que vivamos en la verdad, que caminemos su camino, que nos dejemos inundar por su vida; nos dirá que nuestro estilo es el amor y la autenticidad, nos pondrá siempre en el camino del servicio y de la solidaridad.
Pero Jesús va por delante. Será el que pasó siempre haciendo el bien. Será el que busque al que sufre y al marginado para sanar y para levantar, para devolver la vida y la dignidad perdida y poner a los hombres en un nuevo camino y sentido de la vida. Será el que será capaz de tomar la jofaina de agua y la toalla para ponerse a lavar los pies de los discípulos. Será el que caminará con decisión hasta Jerusalén aunque sepa que allí le espera la pascua, una pascua que será de pasión y de muerte porque su amor es hasta el final, como el que ama hasta dar la vida por aquellos a los que ama.
Sobre el cadalso de la cruz Pilatos pondrá la justificación de la sentencia: ‘Jesús Nazareno, rey de los judíos’. Quizá tendríamos nosotros también que corregir a Pilato para decir que ponga que Jesús es Rey, es nuestro Rey por causa del amor y de la verdad, porque fue testigo de ello hasta el limite supremo y nosotros en verdad queremos reconocerle como Rey queriendo hacer su mismo camino, vivir en su misma humildad, dándonos con el mismo espíritu de servicio, buscando siempre la verdad para llenar el mundo de luz, para hacer de nuestro mundo ese mundo nuevo del Reino de Dios.