Vistas de página en total

martes, 18 de julio de 2017

Dejemos que Jesús renueve y rejuvenezca nuestra vida escuchando su Palabra y reconociendo de forma viva las obras maravillosas que Dios hace cada día en nosotros

Dejemos que Jesús renueve y rejuvenezca nuestra vida escuchando su Palabra y reconociendo de forma viva las obras maravillosas que Dios hace cada día en nosotros

Éxodo 2,1-15ª; Sal 68; Mateo 11,20-24

¿Qué nos sucederá que recibimos tan buenas influencias cada día de quienes están a nuestro lado y sin embargo seguimos con nuestras rutinas y no tan buenas costumbres? Algunas veces parece que nos insensibilizamos o nos endurecemos ante esas buenas influencias. Nos acostumbramos a nuestras rutinas que ya no queremos salir de ellas, seguimos con lo mismo aunque hay momentos en que nos damos cuenta que las cosas tendrían que cambiar, pero eso de esforzarse para cambiar el chip, como ahora suele decirse, para comenzar con algo nuevo y mejor, es algo que nos cuesta mucho.
Quien no quiere crecer se envejece. El organismo humano continuamente se está renovando, mientras haya vida. Cuando no se renuevan nuestras células, comienza a decaer la vida de nuestro organismo. Pero no nos podemos quedar solo en la materia.
Pero ya no se trata solo de nuestro organismo en lo físico sino que es el espíritu con que vivimos nuestra vida. algunas veces parecemos viejos que solo ya nos preocupamos de conservar lo que somos o tenemos, y no tenemos aspiraciones a más, no buscamos alicientes nuevos para nuestra vida, no somos capaces de elevar nuestros pensamientos para buscar algo mejor, olvidamos lo que son nuevas metas que nos vayamos poniendo cada vez mas altas, vamos envejeciendo en la vida. Y envejecer es comenzar a morir.
Con Jesús podríamos decir que estaremos viviendo siempre en la eterna juventud. El quiere hacernos siempre un hombre nuevo; nos ofrece nuevos valores que eleven el tono de nuestra vida, pone nuevos ideales en nuestro corazón cada vez más altos, nos está enseñando como siempre tenemos que estar cultivando nuestra vida, lanzando de nuevo la red, sabiendo navegar por encima y mas allá de las tempestades que nos puedan ir apareciendo en la vida.
Sin embargo hay veces que nos cuesta aceptar a Jesús, o más bien, decimos que  nos gusta aquello que nos plantea, pero luego somos remisos para ponerlo por obra, para llevarlo a la práctica, realizarlo en nuestra vida. Tenemos ante nuestros ojos las obras de Jesús, pero no nos decidimos a seguirlo con radicalidad. ¿Qué sentiremos en nuestro interior cuando intentamos ser sinceros con nosotros mismos?
El evangelio nos habla hoy de aquellas ciudades que rodeaban el lago de Tiberíades donde especialmente Jesús realizaba toda su actividad. Muchas veces lo habían escuchado, de muchos milagros habían sido testigos, entre ellos Jesús había realizado con profusión las maravillas de Dios, pero no todos se decidían a seguirle. Hay una contradicción entre aquellos momentos de fervor donde habían dicho cosas hermosas de Jesús cuando contemplaban sus obras y lo que era la vida de cada día. Un día habían de ser llamados a juicio.
Y nosotros, ¿Cómo respondemos a tantas maravillas que Jesús ha realizado en nuestra vida? ¿No tendríamos que despertar de nuestras rutinas, de nuestras vanidades, de nuestros orgullos y decidirnos de verdad a seguir el camino de Jesús? El Señor ha realizado obras grandes en mí, reconocía María, pero María cantaba agradecida al Señor y abría su corazón a Dios. Aprendamos de María. Llenemos de la vida nueva de Jesús. Dejemos que el renueve y rejuvenezca nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario