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lunes, 10 de julio de 2017

Nos acercamos a Jesús con nuestros signos de muerte y con las sombras de la impureza de nuestro pecado y lo hacemos con fe porque en El tendremos vida para siempre

Nos acercamos a Jesús con nuestros signos de muerte y con las sombras de la impureza de nuestro pecado y lo hacemos con fe porque en El tendremos vida para siempre

Génesis 28, 12- 22; Sal 90; Mateo 9,18-26

La muerte y el pecado ante Jesús. Pero ahí se va a manifestar la victoria de la fe. Con Jesús todo será vida, será gracia, será purificación. En El tenemos que poner nuestra fe. Tenemos asegurada la victoria. Jesús es el vencedor de nuestra vida. En El se manifestará la victoria del Reino de Dios.
Ante Jesús llega un hombre que trae noticias de muerte. Su hija acaba de morir. ¿A quien puede acudir? Llega hasta Jesús con fe, una fe que se ira agrandando en la medida en que está al lado de Jesús. El evangelio de Mateo es muy escueto en la descripción del hecho; los otros evangelistas sinópticos nos darán más detalles. Aunque en un momento pueden llegarle malas noticias a Jairo, Jesús le dice que se mantenga firme en la fe y alcanzará vida. Alcanzará vida la niña que será levantada de las sombras de la muerte; alcanzará vida Jairo pues creerá en Jesús él y toda su familia.
Señalábamos también la presencia ante Jesús del pecado; lo decimos en el sentido que para aquellas gentes tenían tanto las enfermedades como algunos efluvios corporales, que eran considerados como una impureza. No se trata de un pecado, pero si podemos ver ahí la imagen del pecado. Aquella mujer calladamente, sin que nadie se entere, se acerca a Jesús. Padece unas hemorragias malignas desde hace doce años. Una mujer en esas condiciones era considera impura y no tendría que atreverse a mezclarse entre la gentes. Por eso en su fe, aquí aparece lo que le dará la victoria, se acerca por detrás a Jesús pensando que con solo tocarle el manto, se curará. Así sucederá. Porque se mantuvo firme en su fe, a pesar de que todo lo tenía en contra, aquella mujer tendrá vida. ‘Animo, hija, tu fe te ha curado’, le dirá Jesús.
También nosotros con las sombras que haya en nuestra vida tenemos que atrevernos a acercarnos a Jesús. Y tenemos que atrevernos porque ahí tiene que predominar la fe. Vamos con nuestros problemas, nuestras oscuridades, nuestras dudas, nuestro sufrimiento, las sombras que pesen en nuestro corazón. No nos consideramos dignos, pero nos atrevemos a acercarnos a Jesús porque sabemos que si con fe llegamos hasta El vamos a tener vida, saldremos de esas sombras, tendremos una nueva fuerza para afrontar esos problemas, se iluminará nuestro espíritu frente a las sombras de las dudas y desconfianzas, encontraremos alivio y consuelo en nuestros sufrimientos. Tenemos la certeza de que lo vamos a encontrar en Jesús.
Ya sabemos que a nuestro alrededor habrán muchos cantos de sirena que tratarán de desviarnos de nuestro camino sembrando dudas en nuestro corazón, haciendo oposición a nuestras decisiones y a  nuestros principios, poniéndonos trabas y obstáculos en nuestro camino creyente. Cuántas ideas distintas tratan de inocularnos por todos los medios; cómo nos bombardean desde muchos medios de comunicación; cuantas trabas se están poniendo en nuestra sociedad a aquellos que se manifiestan creyentes; cuantas luchas contra la iglesia y sus instituciones tratando de desprestigiar, de confundir a las gentes, de falsear las cosas arrimando las cosas a sus ideas…
No es fácil muchas veces porque se quiere hacer desaparecer todo signo, todo sentimiento religioso, lo que suene a religión o lo que suene a Iglesia. Pero es en ese mundo donde tenemos que ser luz, donde tenemos que dar nuestro testimonio, donde tenemos que presentar la rectitud de nuestra vida, donde tenemos que tratar de impregnar ese sabor nuevo del evangelio para que el mundo encuentre su verdadero sabor.
El signo de aquel hombre y de aquella mujer que hoy vemos acercarse a Jesús en el evangelio tienen que ser para nosotros un ejemplo y un estimulo. Con Jesús tenemos asegurada la victoria de la vida; en El tenemos nuestra salvación.

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