Vistas de página en total

miércoles, 16 de agosto de 2017

El camino que hacemos en la vida no es una competición para ver quien es mejor o quien llega primero, sino un camino de hermanos que se dan la mano y mutuamente se alientan en las debilidades

El camino que hacemos en la vida no es una competición para ver quien es mejor o quien llega primero, sino un camino de hermanos que se dan la mano y mutuamente se alientan en las debilidades

Deuteronomio 34,1-12; Sal 65; Mateo18, 15-20
¿Cuál es nuestra reacción o nuestra manera de actuar cuando vemos algo que no nos gusta en alguien de los que están cercan de nosotros? Pudiera ser que en nuestra discreción nos callemos o  nos lo guardemos para nosotros, claro que siempre nos puede quedar la sospecha y la desconfianza hacia esa persona porque no nos gusta su manera de actuar. Pero hemos de reconocer que una salida fácil en la que caemos con demasiada frecuencia es el que pronto lo comentamos con el vecino, con el pariente o con aquel con quien nos decimos que tenemos mucha confianza.
Qué fáciles son las comidillas, los comentarios o los cuentitos que nos traemos los unos a los otros. No nos damos cuenta del daño que hacemos, aunque pretendamos disimularlo en decir que nosotros no levantamos ningún testimonio porque lo que contamos es bien cierto porque lo vimos con nuestros ojos.
Sembramos la desconfianza, contribuimos a quitar la buena fama o consideración que podamos tener de los demás, sin darnos cuenta quizá de que también nosotros somos débiles y tropezamos en tantas piedras en el camino de nuestra vida; bien que tratamos de disimular nuestros errores o debilidades, nos molesta que comenten de nosotros lo que hayamos hecho, y hasta tantas veces quitamos la palabra a quien sospechamos que haya podido hablar mal de nosotros.
Simplemente desde un lado humano de la vida, sintiendo que hacemos el mismo camino y todos podemos tropezar en las mismas piedras tantas veces, nuestra manera de actuar tendría que ser bien distinta. Claro que además tendríamos que considerar, pero a la inversa, aquella reacción de Caín cuando Dios le pregunta por su hermano Abel. ‘¿Es que yo soy el guardián de mi hermano?’ Digo que tendríamos que considerarlo a la inversa porque ya en el sentido que lo decía Caín lo vamos reflejando desgraciadamente tantas veces en la vida.
No nos podemos desentender de los demás, y más cuando nos tenemos que considerar hermanos. Bien que hemos de sentirnos si no guardianes sí hermanos de nuestros hermanos y lo que tendríamos es que tener preocupación por ellos queriendo que siempre caminen también por un camino recto. ¿Qué es lo que nos enseña Jesús en el evangelio?
Hoy nos habla Jesús de la corrección fraterna. Como  hermanos hemos de sabernos corregir con humildad. Nunca podemos considerar menor al hermano porque haya podido cometer errores en la vida, sino que con todo el amor del mundo, porque nos sentimos hermanos, y con toda la humildad de saber reconocer los tropiezos que nosotros también podemos tener, hemos de acercarnos al hermano para ayudarnos mutuamente.
El camino que hacemos no es una competición para ver quien llega primero o quien es mejor en la vida. Es un camino en que sabemos darnos la mano, un camino que hacemos juntos y nos estimulamos mutuamente para superar debilidades y cansancios, un camino en que sabemos alentarnos porque creemos en el hermano aunque lo podamos ver en algún momento hundido, pero sabemos estar a su lado, de la misma manera que vamos a sentir tantas veces que él también está a nuestro lado. Si supiéramos caminar así en la vida que distintas serian nuestras relaciones y nuestra convivencia, nunca nadie tendría que sentirse hundido ni verse menospreciado. Eso que quisieras para ti, trata de ofrecerlo siempre con amor a tu hermano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario