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viernes, 18 de agosto de 2017

Un bello edificio construido sobre el sólido cimiento del amor que en todo momento hemos de saber cuidar y mantener restaurado para contener la inestimable riqueza de la familia


Un bello edificio construido sobre el sólido cimiento del amor que en todo momento hemos de saber cuidar y mantener restaurado para contener la inestimable riqueza de la familia

Josué 24,1-13; Sal 135; Mateo 19,3-12

Caminando por nuestros pueblos y ciudades muchas veces se queda uno maravillado al contemplar bellos edificios en los que a pesar quizás del paso del tiempo sin embargo los seguimos contemplando llenos de belleza y esplendor observando la fortaleza de su construcción que no se ha debilitado, como decíamos, por el paso de los años. Fueron construidos sobre sólidos cimientos y se nota el mimo y el cuidado con que fueron levantados y posteriormente conservados para mantener así esa solidez y esa belleza.
Quizá a su lado observamos edificios en estado ruinoso, no porque no fueran levantados en el lugar adecuado y con los correspondientes cimientos, sino porque quizá sus propietarios no los cuidaron con igual mimo y el paso de los años ha ido dejando en ellos huellas de deterioro y quizá casi de ruina. Una cuidada conservación es casi tan importante como la solidez inicial con que fue construido, porque de lo contrario toda aquella belleza un día se nos vendrá abajo y se destruirá.
Esto me hace pensar en ese edificio tan maravilloso que construimos en la vida y que con tanto cuidado hemos de conservar. No es solo nuestra propia vida individual que hemos de saber edificar bien en el fundamente de unos verdaderos valores y que luego hemos de hacer madurar con el paso de los años manteniendo el cultivo de esos valores que enriquecen nuestra persona.
Pero ahora quiero pensar en ese maravilloso edificio que es el matrimonio sobre el cual vamos a asentar nada menos que toda la riqueza de una familia. No podemos ir a lo loco y a ciegas en el inicio de su construcción, porque ya cada uno de los que componen la pareja que constituye ese edificio por si mismo ha de poner esos sólidos fundamentos en su vida. Pero ahí está la importancia del inicio de esa relación que nos lleva a construir y constituir esa vida en común que es la pareja, que es el matrimonio. No nos podemos cegar por apariencias que nos encandilen ni por pasiones que se nos desborden y que nos impidan poner los sólidos fundamentos de ese amor sobre el que hemos de construir nuestra relación.
Amistad que es comunicación y relación, diálogo que es descubrir los valores de cada uno que hemos de desarrollar, paciencia sin límites para saber ir haciendo las correcciones que sean necesarias para que haya esa verdadera comunicación, sinceridad para poder llegar a ese profundo conocimiento…, muchas cosas más, posturas, actitudes, valores que hemos saber ir descubriendo y cultivando con profundidad para que no nos encontremos en el futuro con la sorpresa de no haber puesto ese sólido cimiento.
Pero será construcción que hemos de mantener siempre en activo, pues aunque llegue el momento en que ya podemos habitar ese edificio porque de verdad se quiere ser pareja matrimonial, el cuidado de ese edificio no lo podemos nunca abandonar. Es grande la riqueza que se va a generar en él con la constitución de una familia y eso mismo nos obliga a mantener ese permanente cuidado para saber reparar, restaurar, mantener en su belleza ese maravilloso edificio del matrimonio y la familia. No podemos permitir que haya valores que se desgasten y se pierdan, cada día hemos de saber descubrir nuevas cosas en la vida de sus miembros que nos hagan enamorarnos de nuevo de quienes son ese amor de nuestra vida.
Me hago esta reflexión cuando hoy en el evangelio Jesús quiere recordarnos esa indisolubilidad del matrimonio y los judíos de entonces le planteaban, como se siguen planteando hoy, los problemas de las rupturas y de los divorcios porque parece que el amor se acaba y se rompe la relación entre personas que se amaban. No nos podemos dejar cautivar por la superficialidad con que se afronta muchas veces la vida olvidando los verdaderos valores que la enriquecen.
Además como creyentes y cristianos hemos de saber reconocer la fuerza de gracia que tenemos en el matrimonio que es sacramento del amor que Cristo nos tiene y que así entonces se hace presente en todas las realidades de nuestra vida, también en el matrimonio y la familia para enriquecerlos y fortalecernos con su gracia. Olvidamos muy pronto muchas veces lo que es la gracia del sacramento del matrimonio y cuando hemos de restaurar algo de ese amor que pueda perder su brillo no sabemos contar con la fuerza y la gracia de la presencia del Señor en nuestra vida.
Cuidemos ese hermoso edificio, que resplandezca siempre por su belleza, solidez y esplendor; que podamos cultivar y guardar en él esa riqueza inmensa que es la familia, célula fundamental de una sociedad mejor.

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