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jueves, 14 de septiembre de 2017

La cruz para nosotros tiene el sentido del amor que llena de esperanza a nuestro mundo porque en la cruz siempre contemplaremos a Jesús que es el que vive para siempre

La cruz para nosotros tiene el sentido del amor que llena de esperanza a nuestro mundo porque en la cruz siempre contemplaremos a Jesús que es el que vive para siempre

Números 21, 4b-9; Sal 77; Juan 3, 13-17
‘Al Dios de los designios de la historia, que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza; al que en la cruz devuelve la esperanza de toda salvación, honor y gloria’. Así canta la liturgia en este día. Hoy celebramos la fiesta de la ‘Exaltación de la Santa Cruz’. Una fiesta que nos hace mirar a lo alto de la cruz; una fiesta que nos hace mirar a Cristo crucificado en ella.
Exaltar la cruz, un lugar de sufrimiento, de dolor y de muerte nos podría parecer un sin sentido. Ya san Pablo nos lo dice que era escándalo para los judíos, pero para los gentiles causa de mofa pues parecería una locura. Pero es que en la cruz nosotros estamos exaltando la vida, estamos proclamando el amor más grande, estamos gritando a todos los hombres lo que es la locura de amor de Dios por todos. Tanto amó Dios al mundo, que nos entregó, hasta la locura de la muerte en Cruz a su Hijo, pero para que nosotros tuviéramos vida.
La cruz es un camino de fidelidad en el amor hasta la muerte. Así nos amó Dios; así nos amó Jesús, muestra y manifestación de lo que es el amor de Dios. Fiel al Reino de Dios que anunciaba no temió la muerte; lo trataron como loco, pues su familia quería llevárselo porque no estaba en sus cabales, Herodes lo vistió con las vestiduras blancas con que eran vestidos los locos, muchas veces los judíos que estaban en contra así se manifestaban en contra de El.
Era una locura de amor, porque quería un mundo nuevo y nos estaba diciendo que sí era posible. Sembraba las semillas del amor, aunque en medio vinieran otros a sembrar cizaña para ahora la buena semilla, pero él se mantenía fiel hasta el final, aunque le quitaran la vida. Ya nos decía que no había amor más grande. Y nos lo probó subiendo a la cruz.
Es la victoria del amor y de la vida, porque al que contemplamos crucificado lo celebramos vivo y resucitado. Por eso para nosotros la cruz es un rayo de esperanza; en la cruz encontramos esa luz que hace renacer la esperanza en nuestros corazones.
La cruz está muy presente siempre en nuestra vida; ni lo podemos negar ni nos podemos amargar. Es una realidad porque son muchos los sufrimientos, los propios y los que contemplamos en el mundo que nos rodea, en tantos que caminan a nuestro lado. Pero no miramos la cruz con amargura porque en la cruz de Jesús nos llenamos de esperanza.
Sabemos bien que nos espera la vida; sabemos bien que esas buenas semillas que sembramos, aunque puedan aparecer los cardos y las malas hierbas que pretenden ahogarla – como quisieron quitar de en medio a Jesús llevándolo hasta el Calvario – esa buenas semillas un día podrán dar fruto; por eso seguimos sembrando y regando con nuestro amor y con nuestra entrega, haciendo que nuestro sufrimiento convertido en una ofrenda de amor también pueda ser un buen abono para esa tierra reseca de la que ha de brotar una flor, en la que puede renacer la esperanza, en la que puede brillar la luz de un nuevo sol.
Por eso, como dice la liturgia ‘al que en la cruz devuelve la esperanza, todo honor y toda gloria’. Es lo que queremos celebrar desde lo más hondo de nuestra vida; es lo que queremos celebrar desde nuestras propias cruces con las que queremos caminar siguiendo los pasos de Jesús.
No lo hacemos con amargura sino con la alegría de la esperanza porque sabemos que todo este mundo de sufrimiento se puede transformar, se transformará. Con Jesús, repito, aprendemos a tener esperanza; con Jesús aprendemos a ponernos en camino de ese mundo nuevo, de esa vida nueva donde no hay ni luto ni dolor, porque todo estará resplandeciente de luz, porque tendremos la vida sin fin, porque podremos vivir en la plenitud del amor.
La cruz para nosotros tiene un sentido; es el sentido del amor que llena de esperanza a nuestro mundo. Es que en la cruz siempre contemplaremos a Jesús, y sabemos que El es el que vive para siempre.

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