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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Podrán ser dichosos los pobres y los que sufren, los que lloran y los que son perseguidos porque en Jesús se vislumbra el clarear de una nueva humanidad llamada a la dicha y a la felicidad

Podrán ser dichosos los pobres y los que sufren, los que lloran y los que son perseguidos porque en Jesús se vislumbra el clarear de una nueva humanidad llamada a la dicha y a la felicidad

Colosenses 3, 1-11; Sal 144; Lucas 6, 20-26

Es el mismo evangelista Lucas el que al comienzo de la vida apostólica de Jesús nos lo sitúa en la sinagoga de Nazaret proclamando aquel texto de Isaías que anunciaba que a los pobres se les daría una buena noticia. ‘El Espíritu del Señor está sobre mi y me ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres, a los cautivos la liberación… el año de gracia del Señor…’ Y de labios de Jesús escuchábamos entonces en la sinagoga de Nazaret ‘esta escritura que acabáis de oír se cumple hoy’.
No tiene que resultarnos extraño ni especialmente llamativo entonces que hoy escuchemos a Jesús decirnos que son dichosos los pobres, los que sufren, los que lloran, los que son perseguidos. Tengo que decir que siempre que escucho este evangelio trato de ponerme en la piel de las gentes que entonces escuchaban a Jesús y sentir el efecto que estas palabras podían producir en sus vidas.
¿Quiénes le escuchaban? Los pobres y la gente sencilla, la gente cargada de problemas y sufrimientos, un pueblo que se sentía oprimido y maltratado, muchos que cargaban sobre si el dolor y sufrimiento enfermedades y limitaciones de todo tipo. ¿Se creerían estas palabras de Jesús? ¿Qué consuelo podrían encontrar? Bien vemos por el desarrollo del evangelio que estas palabras llenaban su corazón de esperanza; era posible que el mundo cambiase, que aquellos sufrimientos un día podrían terminar, que una liberación estaba cerca de sus vidas, que podrían encontrar la salud para sus enfermedades y se verían liberados de todas aquellas limitaciones. A Jesús acudían en masa desde todos los lugares para escucharle y era bien recibido allí donde llegaba.
Pero al mismo tiempo tengo que escuchar estas palabras de Jesús en el hoy de mi vida, en el hoy de nuestra historia, en el momento en que vivimos con todos los problemas de todo tipo que afectan a nuestra sociedad.  ¿Seremos capaces de escuchar hoy estas palabras de Jesús y despertar en nosotros la misma esperanza? ¿Podremos sentir al escuchar a Jesús que es posible que el mundo cambie, que hagamos un mundo nuevo, que seamos capaces de crear entre todos una sociedad mejor?
Pobres, gentes con muchas limitaciones de todo tipo, sufrimiento, enfermedades, problemas, crisis en las personas y en las familias, desorientación, un sociedad revuelta que no sabe por donde caminar ni realmente lo que quiere hacer, inestabilidad social, política o económica, son tantas de las cosas en las que nos vemos envueltos hoy también. Y es ahí donde tenemos que escuchar estas palabras de Jesús.
Unas palabras de Jesús que tenemos que saber escuchar en lo más hondo de nosotros y hacer que se nos revuelva la vida, que se comience a sentir una inquietud interior en el deseo de hacer que todo cambie, un revulsivo que nos despierte a un nuevo compromiso, un darnos cuenta de que con el mensaje de Jesús si lo llevamos a la práctica podremos hacer que nuestra sociedad mejore en todos los aspectos.
Es el compromiso que tiene que nacer de nuestra fe. Es el camino en el que Jesús quiere ponernos. Es Jesús que nos está diciendo que esta Escritura se cumple también en el hoy de nuestra vida, de nosotros depende de que se realice y se cumpla. Y podrán ser dichosos los pobres y los que sufren, los que lloran y los que son perseguidos porque en Jesús se vislumbra el clarear de una nueva humanidad llamada a la dicha y a la felicidad.

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