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lunes, 16 de octubre de 2017

Con actitud humilde y con apertura de corazón creemos en la Palabra de Jesús que nos lleva también a una apertura a los demás creyendo en ellos para hacer un mundo mejor

Con actitud humilde y con apertura de corazón creemos en la Palabra de Jesús que nos lleva también a una apertura a los demás creyendo en ellos para hacer un mundo mejor

Romanos (1,1-7); Sal 97; Lucas (11,29-32)

En la vida tenemos que aprender a fiarnos; no podemos andar continuamente en la desconfianza y en el estar pidiendo pruebas para todo. Es normal que queramos estar seguros en lo que hacemos, en los pasos que damos, en lo que nos dicen, pero no todo podemos comprobarlo por nosotros mismos. Vivimos en un mundo de relación y nos vamos intercambiando muchas cosas en la vida y ya tenemos que dar por supuesto que aceptamos y creemos aquello que recibimos de los demás, serán noticias o conocimientos, será la personal experiencia de cada uno que puede enriquecer a los demás, es el devenir de la vida misma.
Eso significa también que no podemos estar viendo malicia siempre en lo que los otros hacen o nos dicen, porque nos haría la vida insoportable y eso puede ir creando un poso de amargura en nuestro interior que ni nos deja ser felices ni ayudamos a la felicidad de los demás.
Es cierto que hay gente que actúa con esa malicia, pero no podemos caer en las redes de nosotros actuar de la misma manera; nos hace falta una limpieza de intenciones en nosotros mismos, una carga grande de sinceridad como al mismo tiempo una gran comprensión en nuestro corazón ante los desaires que vayamos recibiendo en la vida. No podemos perder la estabilidad de nuestra vida, hemos de saber caminar con paz en el corazón y los recelos a eso no ayudan, hemos de intentar poner por delante la carta de la confianza que nos facilite las relaciones entre unos y otros. Cuando andamos con desconfianzas y recelos es que no creemos en las personas y eso rompe la armonía de la convivencia.
Hoy en el evangelio vemos que hay gente que no termina de creer en Jesús. Son muchos los milagros y signos que realiza, claramente habla del Reino de Dios y de las actitudes que hemos de tener en nosotros para poder vivirlo, su Palabra es un arroyo de luz inmensa sobre las vidas de aquellas gentes atormentadas por tantos sufrimientos, muchos le siguen entusiasmados y hay momentos en que multitudes se congregan en su entorno.
Sin embargo hay gente que no termina de entender el mensaje de Jesús, se ciegan y no son capaces de ver las obras de Dios que en Jesús se manifiestan. Están pidiendo signos y pruebas continuamente. Hay desconfianza en su corazón quizá porque vislumbran que aceptar a Jesús significará para ellos que muchos cambios de mente, de actitudes, de manera de obras tienen que realizarse en sus vidas.
Y Jesús les habla del signo del profeta Jonás. Que no fue solo el que fuera devorado por el cetáceo y luego pudiera volver con vida para hacer el anuncio que le pedía el Señor en la ciudad de Nínive, que tanto temía él. El signo de Jonás en este caso es su predicación con la llamada a la conversión y la respuesta que dio aquella gente a la palabra de profeta. Creyeron, se convirtieron al Señor y no cayó sobre aquella ciudad todos aquellos males el que el profeta anunciaba. Y como les dice aquí hay uno que es más que Jonás, o más que Salomón a quien vino a ver la reina del Sur entusiasmada por las noticias de la sabiduría del Rey.
¿Que tenemos que hacer nosotros ante Jesús? creer en su Palabra y dejarnos conducir por la fuerza de su Espíritu. Es la actitud humilde y de corazón abierto de María de Betania que se sentaba a los pies de Jesús para escuchar sus palabras; se confiaba a Jesús, abría su corazón a su palabra, se bebía sus palabras para descubrir lo que era la voluntad de Dios.
Y con esa misma confianza y apertura de corazón tenemos que aprender a ir también a los demás. Cuanto de bueno podemos hacer si nos amamos, si confiamos los unos en los otros, si sabemos sentirnos en comunión, si nos disponemos seriamente a trabajar codo con codo con los demás por hacer un mundo mejor.

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