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sábado, 7 de octubre de 2017

Rezar el rosario a María es entretejer la vida en el misterio de Cristo con los ojos de María

Rezar el rosario a María es entretejer la vida en el misterio de Cristo con los ojos de María

Hechos 1, 12-14; Sal.: Lc 1, 46-55; Lucas 1, 26-38

No podemos comprender debidamente toda la grandeza y todo el misterio de María si no es desde el Misterio de Cristo. Ahí está su lugar y ahí está su grandeza. Es la Madre de Jesús, es la Madre de Dios. Dios que se fijó en ella desde toda la eternidad la hizo grande porque quiso hacerla la Madre de Dios. Y entonces la llenó de todas las gracias; por eso el ángel la llamará la llena de gracia, la que ha encontrado gracia ante Dios. Maria, es la llena de Dios, inundada por el Espíritu de tal manera que el fruto de sus entrañas sería el Hijo del Altísimo.
Pero en todo ese misterio de Dios que se desborda en María con toda su gracia está la colaboración del hombre, del ser humano. Y es que María se dejó hacer por Dios; ella fue siempre la disponible para Dios, la que en todo momento supo abrir su corazón a Dios con total disponibilidad, dispuesta siempre al servicio y al amor, dispuesta a dejarse conducir por Dios, dispuesta siempre a plantar la Palabra de Dios en su corazón y hacerla vida, por eso rumiaba en su interior cuanto acontecía para descubrir el misterio de Dios; guardaba todo en su corazón, que nos dice el Evangelio.
Cuando vamos, entonces, nosotros a María es porque queremos ir a Dios y de ella queremos aprender los caminos, de su generosidad, de su disponibilidad, de su espíritu de servicio, de su amor, de su acogida a la Palabra de Dios, de la apertura de su corazón a Dios. Ella siempre nos hará referencia a Dios, al misterio de Cristo. Ella nos conducirá a Dios, señalándonos el camino que no es otro que Cristo mismo. ‘Haced lo que El os diga’, nos dice a nosotros también como le decía a los sirvientes de las bodas de Caná.
Entonces nosotros con la mirada de María miraremos el misterio de Dios; son los ojos de la madre y son los ojos del amor; es la mirada de la fe, es la mirada que nos ayudará a comprender mejor el misterio de Cristo. Ella que lo guardaba todo en su corazón, como recordábamos, a través de todo ese misterio de Cristo guardado en su corazón nos mira a nosotros y nos enseña a mirar nosotros también la vida y el mundo que nos rodea.
Mirad eso es lo que hacemos cuando rezamos con todo sentido el rosario. Es cierto que es un ir desgranando avemarías como piropos a María, pero tenemos que tener como cristalino de nuestros ojos la mirada de María, que no es otra que el propio misterio de Cristo que ella ha guardado en su corazón.
Por eso mientras vamos desgranando ese puñado de avemarías vamos al mismo tiempo contemplando el misterio de Cristo con los ojos de María, la que guardaba, repito, todo en su corazón. Y si con nuestras avemarías vamos presentándole peticiones a María para que interceda por nosotros ahí estamos poniendo también todo ese misterio de salvación que queremos que llegue a todos los hombres.
Serán los gozos del misterio de Cristo con los gozos y las alegrías de cuantos nos rodean, será el dolor y sufrimiento de la pascua redentora de Cristo que ponemos al lado del dolor de cuantos sufren a nuestro lado o incluso nuestro propio sufrimiento.
Serán los tiempos nuevos de la resurrección y de la plenitud que en Cristo contemplamos con toda esperanza, donde queremos poner también nuestras esperanzas de un mundo de plenitud que solo en Dios podremos alcanzar, pero también las ilusiones y esperanzas por un mundo nuevo que ahora vayamos contrayendo y en lo que nos sentimos comprometidos que con la ayuda de la intercesión de María esperamos que un día podamos realizar.
Hoy estamos celebrando a María en esta hermosa advocación del Rosario queriendo aprender de ella para nuestra oración. Con el Rosario lo hacemos y como todo lo que hacemos con María siempre lo haremos en la contemplación del Misterio de Cristo.
Rezar el santo Rosario
no solo es hacer memoria
del gozo, el dolor, la gloria,
de Nazaret al Calvario.
Es el fiel itinerario
de una realidad vivida,
y quedará entretejida,
siguiendo al Cristo gozoso,
crucificado y glorioso,
en el Rosario, la vida.

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