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viernes, 17 de noviembre de 2017

Ante lo que nos sucede o nos puede suceder no valen ni fatalismos ni estoicismos, ni desesperanzas ni abandono de obligaciones sino vigilancia en la responsabilidad y esperanza ante la vida futura

Ante lo que nos sucede o nos puede suceder no valen ni fatalismos ni estoicismos, ni desesperanzas ni abandono de obligaciones sino vigilancia en la responsabilidad y esperanza ante la vida futura

Sabiduría 13,1-9; Sal 18; Lucas 17,26-37

Comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían…’ así refería Jesús lo que era la vida ordinaria de la gente y pone dos situaciones distintas. Les recuerda los tiempos de Noe con el diluvio universal, y los tiempos de Lot y la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra.  La vida transcurría con normalidad, hacían lo que se hace todos los días y en todos los tiempos y vinieron aquellas catástrofes del cielo, ya fueran aquellas lluvias torrenciales que todo lo inundaron, o aquel fuego bajado del cielo que destruyo aquellas ciudades del valle del Jordán, fuera lo que fuera lo que realmente sucedió.
Como sucede en todos los tiempos, hacemos nuestra vida, comemos, bebemos, compramos, vendemos, trabajamos, construimos, hacemos vida de familia, nos relacionamos con los demás, y nos suceden cosas inesperadas, un terremoto, unas inundaciones, un volcán que todo lo destruye… Noticias de este tiempo escuchamos continuamente. ¿Significa eso que hemos de vivir la vida con un fatalismo al que no nos podemos oponer? ¿Nos desesperamos o vivimos estoicamente aguantando lo que venga por que nada podemos hacer? ¿Dejamos de cumplir con lo que es nuestra vida porque quizá en algún momento nos pueda sobrevenir algún tipo de calamidad o catástrofe? ¿Vivimos con miedo o sin sentido porque no sabemos como ni cuando va a ser el final de todo?
No es eso lo que nos quiere decir Jesús. Ni fatalidades ni estoicismos. No nos puede abrumar la desesperanza de ninguna manera. Tampoco nos vale abandonar nuestras obligaciones porque las cosas pueden suceder de manera inminente. Es una tentación que se puede tener como se ha tenido en todos los tiempos y así han surgido formas de pensamiento y sentidos o sin sentidos de la vida. Ya san Pablo advierte a los cristianos de Tesalónica que no se podía abandonar las obligaciones; había corrido el pensamiento de que la segunda venida del Señor era inminente y ya algunos se dedicaron a vivir sin trabajar. Es cuando san Pablo les deja aquella sentencia de que ‘el que no trabaja que no coma’.
Jesús quiere invitarnos a la esperanza y a la vigilancia. Tienen las palabras de Jesús también un sentido escatológico de hablarnos del final de los tiempos, pero quiere advertirnos también de la responsabilidad con que hemos de vivir el momento presente. Hay unas obligaciones y responsabilidades con la vida que no podemos abandonar. Pero no olvidamos que todo esto terreno tiene un final pero que vivimos con trascendencia cada uno de los momentos de la vida con sus responsabilidades y esperamos una vida sin fin, un más allá, digámoslo así, que nos habla de vida eterna en el encuentro definitivo con el Señor.
Vigilancia, atención al momento presente y al futuro que ha de venir, responsabilidad en la vida pero trascendencia en lo que hacemos, esperanza de una plenitud que un día en Dios hemos de encontrar, y prepararnos para ese momento del encuentro definitivo con el Señor que queremos que sea siempre para vida y para salvación.
En estos momentos finales del año litúrgico tendremos oportunidad de seguir abundando en nuestra reflexión con el tema.

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