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lunes, 13 de noviembre de 2017

Grande y hermosa es la tarea de nuestra vida cristiana pero pedimos una y otra vez que crezca nuestra fe para confiar en la fuerza de la gracia de Dios que está con nosotros

Grande y hermosa es la tarea de nuestra vida cristiana pero pedimos una y otra vez que crezca nuestra fe para confiar en la fuerza de la gracia de Dios que está con nosotros

Sabiduría 1,1-7; Sal 138; Lucas 17,1-6
Cuando los discípulos vieron todo lo que les estaba diciendo Jesús por una parte de la rectitud con que habían de actuar siempre de manera que nunca se hiciera daño a nadie, y por otra parte las actitudes de comprensión que siempre hemos de tener con los demás, reaccionaron como quien ve las cosas difíciles o poco menos que imposibles, y solo le pidieron que les aumentara la fe.
Algunas veces parece que las cosas nos superan; nos cuesta abarcar todo lo que quisiéramos y no solo en todas las cosas que vemos que tendríamos que hacer, sino en las actitudes personales que hemos de tener, los comportamientos correctos sobre todo viendo cuantas cosas se nos ponen en contra y que no podemos avanzar como quisiéramos en la vida.
Es un continuo camino de superación el que tenemos que emprender. Ascesis lo llamaban los maestros de la espiritualidad, porque es un camino de crecimiento, de purificación, de aprender a fortalecernos de verdad para continuar con la tarea de cada día. Poco a poco notaremos ese crecimiento, pero al mismo tiempo nos damos cuenta que ese crecimiento no lo podemos dar por concluido porque siempre habrá una actitud nueva que aprender, una cosa que corregir que nos salio ahí en la vida como un divieso bien molesto.
Es la semilla que se planta, pero que no dejamos a su aire, sino que le proporcionaremos la humedad y calor necesarios para que pueda germinar y en la medida que aquella planta que ha brotado va creciendo tenemos que cuidarla, evitar malas hierbas en su entorno que la ahoguen, fertilizarla lo necesario para que tenga vida y pueda crecer para dar fruto, eliminar podando aquellos ramos superfluos que se pueden comer la fuerza de la planta, evitar que sea dañada con las plagas de insectos que puedan atacarla. Un cuidado esmerado para que podamos al final recoger nuestros frutos.
Así nuestra vida, ese crecimiento y ese cuidado de su vitalidad, esas podas o purificaciones que necesitamos, ese alimento espiritual que nos haga sentir esa fuerza sobrenatural que nos ayude a caminar o luchar contra las adversidades.
Jesús nos habla de lo terrible que es el dañar la vida de los demás con nuestros malos ejemplos y escándalos, pero nos habla de lo comprensivos y misericordiosos que tenemos que ser siempre con el hermano, hasta perdonarle todo lo que sea necesario aunque en nuestros orgullos heridos nos cueste, pero que van a manifestar nuestra madurez espiritual y humana.
Auméntanos la fe, le pedían los discípulos y le pedimos nosotros también. Tenemos que creer en la fuerza de Dios que está en nosotros con su gracia; esa gracia que nos transforma, esa gracia que nos llena de vida, esa gracia que nos fortalece, esa gracia que también nos trae el perdón tras nuestros errores y pecados. La gracia nos reconforta y nos llena de esperanza, porque a pesar de nuestra debilidad sabemos que el Señor sigue contando con nosotros y nosotros podremos una y otra vez reemprender una vida nueva.
Y nos dice Jesús: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y os obedecería’.

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