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miércoles, 22 de noviembre de 2017

Subiendo con Jesús a Jerusalén aprendemos que aunque el camino se costoso y nosotros nos sintamos débiles hay en nosotros unos talentos que serán nuestra fuerza para el camino

Subiendo con Jesús a Jerusalén aprendemos que aunque el camino se costoso y nosotros nos sintamos débiles hay en nosotros unos talentos que serán nuestra fuerza para el camino

Lucas, 19, 11-28
Jesús iba subiendo de Jericó a Jerusalén; el episodio que contemplábamos anteriormente en el evangelio ha sucedido en Jericó; la ascensión no es fácil, pues median casi una treintena de kilómetros y el desnivel es considerable, porque supera los mil metros desde la profundo del valle del Jordán donde está situada la ciudad de Jericó. Las subidas son costosas, pero viene a ser aquí una buena imagen para el mensaje de Jesús.
Después de los acontecimientos de Jericó, los ciegos curados, Zaqueo transformado por la presencia de Jesús, al iniciar la subida toma a sus discípulos como en un aparte y les propone una parábola; en ella de alguna manera les habla del sentido de su subida a Jerusalén; pero es también una parábola que hablará de responsabilidades y respuestas, una parábola que nos habla en el fondo de fidelidad y de compromiso.
En la versión de san Lucas que escuchamos nos habla de un hombre noble que marcha a lugares lejanos para buscar el titulo de rey, pero que ha confiado a sus servidores una serie de talentos para que mientras tanto los administren y negocien con ellos. A uno confiará cinco talentos, a otro tres y al tercero solamente uno. A la hora de rendir cuentas veremos al de cinco que ha negociado otros cinco y al que ha confiado tres lo mismo ha conseguido otros tres. Al que se le había confiado solamente uno tuvo miedo a arriesgarse, no quería perder, aunque eso significara no ganar, y así se presentó a rendir cuentas con sus miedos y con su pobreza, viéndose ahora despojado de todo.
En la vida tenemos que ponernos en camino dejando a un lado los miedos a los riesgos o a los peligros. No podemos encerrarnos y contentarnos con lo que tenemos, sino que hemos de hacer de verdad fructificar nuestra vida. Y ya no son solo las ganancias materiales que podamos adquirir lo cual podría ser valido en orden a nuestro propio sustento y el de los nuestros, sino que en el desarrollo de lo que somos nos veremos siempre sorprendidos y enriquecidos en lo más hondo de nuestra vida. Los perezosos y miedosos no querrán salir de su letargo porque les parece más cómodo ni arriesgarse a las luchas de la vida con las posibles heridas que podamos alcanzar, pero perdiendo la posibilidad de ese enriquecimiento personal cuando desarrollamos lo que somos aunque nos pueda parecer poco e insignificante.
Podemos tener la experiencia quizás ya sea en nuestro propio nivel personal o porque lo que descubramos en los demás, que en un momento determinado cuando nos parecía que éramos incapaces de afrontar aquellos problemas o situaciones si hubo en nosotros ese espíritu de lucha fueron surgiendo en nuestra vida tantas cosas de las que no nos creíamos capaces pero que en aquel momento difícil  brotaron en nosotros con una fuerza especial para aunque pareciéramos débiles afrontar las peores situaciones.
Responsabilidad, compromiso, respuesta, fidelidad, decíamos al principio que de eso nos hablaba la parábola. A eso nos lleva. Descubriremos así nuestra misión en el mundo en el que vivimos; descubriremos también la misión que como cristianos tenemos en el seno de nuestra comunidad, de nuestra iglesia.
En esta tarea misionera y evangelizadora en la que estamos inmersos en los planes pastorales de nuestras comunidades tenemos que descubrir bien cuanto tenemos que hacer; no podemos decir que no sabemos ni que no podemos. Dejémonos conducir por el Espíritu del Señor que va inspirando tantas cosas buenas en nuestro corazón. Esa riqueza de nuestra fe no nos la podemos guardar para nosotros solos, sino que será algo que tenemos que compartir, algo de lo que contagiar a cuantos nos rodean, algo que tenemos que anunciar con nuestro testimonio y el compromiso de nuestra vida.

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