Vistas de página en total

martes, 12 de diciembre de 2017

Aprendamos a tener ese gesto sencillo, esa mano tendida, ese acercamiento sincero para con el otro dando siempre esa segunda oportunidad como el Buen Pastor hace con nosotros

Aprendamos a tener ese gesto sencillo, esa mano tendida, ese acercamiento sincero para con el otro dando siempre esa segunda oportunidad como el Buen Pastor hace con nosotros

Isaías 40,1-11; Sal 95; Mateo 18,12-14

‘¡Qué se le va a hacer! El se lo ha buscado, ha escogido su camino y así anda…’ cosas así pensamos algunas veces cuando vemos a una persona que ha tomado caminos no buenos y negativamente nos quedamos en una pasividad, lamentándonos quizá, pero sin hacer algo positivo por ayudar a aquella persona. Demasiado nos desatendemos unos de otros en la vida. Que cada uno se las arregle como pueda, pensamos, porque ya nosotros tenemos nuestros problemas.
¿Es esto humano? ¿Es justo que dejemos marchar a uno por caminos del mal, sin haber tenido una palabra, un gesto de acercamiento, de tenderle una mano para ayudarle? Decimos que respetamos su libertad, y eso está bien, pero tenemos que saber sentirnos de alguna manera responsables unos de otros, y al menos sentir en nuestro interior la inquietud de lo que podríamos hacer.
Es, si, el que escoge el camino del mal, pero son también tantos los que vamos excluyendo de nuestra vida, y poca preocupación sentimos por los que se sienten solos, por los que vemos quizá atormentados por sufrimientos o por enfermedades, los que se sienten débiles quizá por el paso de los años sin tener a su lado alguien que les anime, les acompañe.
Son tantos también los que se sienten desplazados en la vida porque en su desorientación no han sabido o no han podido encontrar un camino, a los que no hemos sabido dar una segunda oportunidad; lo intentaron quizá, no supieron hacerlo en aquel primer momento, y ya los dimos por perdidos, no creímos en sus posibilidades, no damos una segunda oportunidad.
Tantas veces decimos o pensamos que queremos un mundo mejor y quizás soñamos con grandes realizaciones que se tendrían que hacer para que las cosas marchen mejor, pero quizá muchas veces lo hace falta es un gesto pequeño de atención, una palabra de ánimo, una compañía para una soledad aunque solo fuera en silencio, darles esa segunda oportunidad o tercera o lo que haga falta.
Hoy Jesús nos está enseñando cómo debemos buscar siempre al otro, aunque él por si mismo haya escogido esos caminos de perdición. Nos habla del buen pastor que busca la oveja perdida. Pensamos siempre cuando escuchamos esta pequeña parábola en el pecador a quien Jesús siempre busca. Es cierto. Pero creo que tendríamos que pensar en algo más; tendríamos que pensar en lo que yo hago o en lo que yo podría hacer por los demás, en esa mano siempre tendida que tendría que saber ofrecer al otro una y otra vez para ayudarle, para caminar con él, para hacerle encontrar esa orientación que necesita, esa segunda oportunidad.
De la misma manera que el Señor siempre espera nuestra vuelta desde nuestras negruras y nuestros pecados, así tenemos que aprender a hacer nosotros por los demás. Es toda esa ayuda humana que tenemos que saber ofrecer en todo momento al otro; es ese anuncio nuevo del evangelio que tengo que realizar no solo con mis palabras, sino con mis actitudes, con mis gestos, con mi compromiso por los demás.
No nos valen pasividades; no podemos quedarnos cruzados de brazos; no podemos de ninguna manera llegar a la condena del que haya podido errar en la vida, que nosotros también cometemos muchos errores. Son las actitudes y valores nuevos del evangelio que he de vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario