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jueves, 7 de diciembre de 2017

Cuando escuches la Palabra de Dios detente un momento y haz silencio para captar de verdad y fijar en tu vida el mensaje que el Señor quiere trasmitirnos a través de su Palabra

Cuando escuches la Palabra de Dios detente un momento y haz silencio para captar de verdad y fijar en tu vida el mensaje que el Señor quiere trasmitirnos a través de su Palabra

Isaías 26,1-6; Sal 117; Mateo 7,21.24-27

Palabras, palabras, palabras… somos muy dados a las palabras. Sabemos decir cosas bonitas, nos hacemos hermosos planteamientos, prometemos y prometemos que haríamos tantas cosas buenas, pero palabras, palabras, palabras. Nos sucede tantas veces. Nos puede suceder a todos. Es una tentación constante de quedarnos solamente en palabras pero a la hora de la acción ya nos cuesta mas, ya no vemos las cosas tan bonitas, ya no somos capaces de ser constantes para realizar lo que nos habíamos planteado, las promesas se desvanecen como humo.
Pudiera parecer exagerado todo esto que estoy diciendo, pero analicemos bien nuestra vida y veamos en qué parte estamos haciendo así tantas veces. Se nos queda todo en sueño que traducimos en palabras pero que no somos capaces de llevarlo a la práctica. Es bueno soñar y prometernos muchas cosas buenas, pero bajemos a la realidad de la vida y vayamos poniendo en práctica todo eso que pensamos y deseamos para que no se queden en vanos propósitos y nada más.
Hoy Jesús en el evangelio nos esta planteando que seamos serios en su seguimiento. No podemos quedarnos embelesados al oír lo que El nos va diciendo, admirando la belleza de sus palabras y planteamientos. Tenemos que escuchar de verdad, y escuchar de verdad es llegar a plantar todo eso en nuestro corazón para hacerlo vida nuestra. No nos quedemos en admirar lo hermoso y nutritivo que pueda ser un determinado plato de comida, sino comámoslo para que nos nutra, para que nos alimente y se transforme en energía de nuestra vida.
Nos habla Jesús de aquellos que dicen una y otra vez, ‘¡Señor! ¡Señor!’ pero pronto olvidan ese reconocimiento que han hecho con sus palabras porque en su vida no están reconociendo que El es el Señor de nuestra vida, porque no hacemos lo que nos enseña, no seguimos el camino que nos plantea.
Y nos habla del insensato que edifica su casa sobre arena y del hombre sabio y prudente que busca buenos cimientos sobre roca en los que asentar su casa. Esa Roca es el Señor, como tantas veces repetimos en los salmos, y el cimiento de verdad de nuestra vida es su Palabra. Esa Palabra que escuchamos y que llevamos a la vida; esa Palabra que no nos deja impasibles sino que transforma nuestra vida; esa Palabra que es la Luz que nos señala caminos y que llevaremos siempre junto a nosotros para no perdernos en la oscuridad.
¡Qué importancia más grande tendríamos que darle a la Palabra de Dios en nuestra vida! Con qué atención tendríamos que escucharla, porque muchas veces el sonido de las palabras llega a nuestros oídos, pero no se transforma en vida en nuestro corazón. Nos sucede cuando la leemos personalmente porque tomamos la Biblia en nuestras manos y la leemos queriendo alimentar nuestra vida; o nos puede suceder cuando la escuchamos en la celebración litúrgica. Cuantas veces nos sucede que termina nuestra celebración, volvemos a nuestros quehaceres y si te preguntan qué te dijo de especial hoy la Palabra que escuchaste quizás no sabemos responder, no sabemos dar una idea de aquello que debería haber llegado a nuestro corazón.
Tratemos de hacer silencio en nosotros después de escucharla; no nos apresuremos a comenzar nuestras reflexiones o a seguir con otras cosas de inmediato. Sepamos hacer una parada, un silencio, un detenernos a ver qué nos ha dicho el Señor en su Palabra. Un minuto de silencio que resuma, que fije claramente el mensaje del Señor que hemos recibido, porque será el principio de que lo sigamos recordando y de que comencemos a ponerlo en la practica. No estaremos edificando el edificio sobre arena sino sobre el verdadero cimiento de la roca. Estaremos sintonizando muy bien con la voluntad de Dio para nosotros. Será un buen propósito en este camino de Adviento.

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