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sábado, 13 de mayo de 2017

Necesitamos darle mayor profundidad espiritual a nuestra vida entrando en esa sintonía de Dios a la que solamente podemos llegar a través de Jesús

Necesitamos darle mayor profundidad espiritual a nuestra vida entrando en esa sintonía de Dios a la que solamente podemos llegar a través de Jesús

Hechos de los apóstoles 13, 44-52; Sal 97; Juan 14, 7-14
Miramos pero no terminamos de ver; creemos conocer a las personas, pero realmente no las terminamos de conocer. Y no es solo porque es algo complejo captar en toda su amplitud lo que esta delante de los ojos y en también muy complejo conocer a las personas sino porque muchas veces nuestra mirada es superficial o en el conocimiento de las personas no llegamos a abarcar todo lo que es la personalidad del otro.
Nuestra atención tendría que ser mas profunda, no nos podemos quedar en lo superfluo ni en lo superficial, tenemos que ahondar en el misterio del otro. Y esto nos vale en todas las facetas de la vida, en nuestras mutuas relaciones, en la profundidad que le vayamos dando a nuestro caminar, en nuestra apertura a la trascendencia, en nuestras vivencias religiosas tan llenas muchas veces de superficialidad, en todo lo que es nuestra apertura a Dios y a la escucha de su palabra, a lo que es lo mas hondo de nuestra vida cristiana.
Tenemos que aprender a ver y a escuchar, a hacer silencio en nuestro corazón y a saber entrar en sintonía con lo espiritual y trascendente. No es fácil muchas veces porque son muchos los ruidos, muchas las cosas que nos distraen llamándonos la atención, muchas las prisas con que vamos en la vida y eso nos vuelve superficiales.
Así tenemos que aprender a escuchar la palabra de Dios para llegar a un más profundo conocimiento de Jesús. Tenemos el peligro de dar por hecho que conocemos ya a Jesús, que esos textos que una y otra vez escuchamos ya nos los sabemos y no terminamos de prestarle la debida atención para ver lo que aquí y ahora el Señor quiere manifestarnos.
En el texto que hoy se nos ofrece en el evangelio surgen esas situaciones en las que los discípulos parece que no terminan de entender a Jesús y no terminan de conocerle. Jesús les esta hablando del Padre y es lo que continuamente ha querido manifestarles y todavía andan preguntando o pidiendo que les muestre al padre. Y es que no han terminado de conocer a Jesús a pesar de estar tanto tiempo con El. ‘Hace tanto tiempo que estoy con vosotros ¿y no me conoces Felipe? Quien me ha visto a mi ha visto al padre’.
¿Nos sucederá algo así a nosotros que no terminamos de conocer a Dios? No basta decir Dios, sino que nosotros ya tenemos que decir ‘padre’. Es lo que nos ha revelado Jesús; y no solo porque nos lo ha dicho, nos ha enseñado a llamarle padre, sino que en El se ha manifestado ese rostro de Dios, ese rostro de Dios que es padre, que nos ama, que es misericordioso y compasivo, que nos regala su vida, que nos hace participes del Espíritu para que podamos ser en verdad sus hijos.
Necesitamos darle hondura a nuestra fe. Necesitamos crecer en la fe y en el conocimiento del evangelio para conocer a Jesús y para conocer a Dios. Necesitamos darle una mayor profundidad espiritual a nuestra vida, saber entrar en esa sintonía de Dios a la que solamente podemos llegar a través de Jesús. ‘Si me conocierais a mi, conoceríais también al padre’ nos dice hoy Jesús. Ya sabemos por donde hemos de caminar.

viernes, 12 de mayo de 2017

Estando con Jesús estaremos llenos de su vida para siempre y nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios

Estando con Jesús estaremos llenos de su vida para siempre y nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios

Hechos de los apóstoles 13, 26-33; Sal 2; Juan 14, 1-6
Cuando le tomamos aprecio a alguien es normal que nos agrade su presencia y nuestro gozo sea estar con esa persona, compartir nuestro tiempo, nuestras conversaciones y no nos gustaría separarnos de el. Si vislumbramos que tenemos que separarnos y quizás pasar largo tiempo separados seguro que sufriremos mucho por ello y haríamos todo lo que fuera necesario por nuestra parte que esas cosas no sucedan. Es el amor que se hace cercanía como la cercanía alimenta el amor. Es el amor que crea una unión espiritual entre las personas que se aman y es lo que seria tan necesario para crear esa comunión que entre todos tendría que reinar.
Pensamos en un plano humano y necesariamente espiritual, porque es ahí dentro de nuestro espíritu donde mejor experimentaremos esa comunión de amor. Es importante si esa cercanía y esa presencia física, pero es algo que va mucho mas allá y se hace muy profundo en la persona.
En ese plano humano y espiritual sentimos y experimentamos también lo que es ese sentido cristiano que nos anima desde nuestra fe. Es ese amor y esa comunión que también desde nuestra fe vivimos con Jesús como lo estaban viviendo los apóstoles cuando Jesús estaba en medio de ellos, pero que por la fuerza del espíritu tendrían que aprender a vivir de una forma nueva. Es lo que tenemos que cultivar en una verdadera espiritualidad cristiana.
‘Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí…’ les dice Jesús a lo largo de la cena pascual a los discípulos. Hay tristeza en sus corazones porque intuyen que algo va a pasar, aunque tendrían que saberlo pero no supieron entender los anuncios de Jesús. Les esta hablando de su marcha – ha llegado su hora, había comenzado diciendo el evangelista al principio del relato de la cena – y era el momento de la glorificación. No lo entienden, y de ahí su tristeza. Por eso les dice Jesús que no se acobarden, ‘no tiemble vuestro corazón…’
Y les habla Jesús de la trascendencia de sus vidas, les esta hablando de una nueva vida que va mas allá de esta vida terrena. El nos prepara sitio, quiere que estemos con El. ‘Volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros…’ Es ahora Jesús el que no quiere separarse de nosotros, el que quiere que estemos siempre con El. Para eso ha venido para darnos vida y vida en abundancia, para que vivamos y podamos vivir en El para siempre.
Queremos estar con Jesús; Jesús quiere que estemos con El. No tenemos otra cosa que hacer que seguir el camino que El nos ha trazado, el camino que es El mismo. Se preguntan los discípulos como pueden saber el camino, y será Jesús el que proclame: ‘Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre sino por mi’.
Vivamos a Jesús, su vida, su verdad y estaremos haciendo su camino. Vivamos en su amor porque nos llenemos de Jesús y estaremos haciendo el camino. Estando con Jesús no caben los temores. Estando con Jesús nos sentimos seguros. Estando con Jesús estaremos llenos de su vida para siempre y nada ni nadie nos podrán separar del amor de Dios, como nos diría san Pablo mas tarde.

jueves, 11 de mayo de 2017

Que las cosas pequeñas de cada día sepamos hacerlas impregnadas de amor y espíritu de servicio con la sencillez de los gestos pequeños y humildes

Que las cosas pequeñas de cada día sepamos hacerlas impregnadas de amor y espíritu de servicio con la sencillez de los gestos pequeños y humildes

Hechos de los apóstoles 13,13-25; Sal 88; Juan 13,16-20
No queremos que nadie nos haga sombra. Queremos sobresalir, estar por encima de todos y podemos tener la sensación de que algunas cosas que tuviéramos que hacer son humillantes. Como bonitas palabras eso del servicio, de ser servidores de los demás queda muy bien, pero algunas veces da la impresión de que nos sentimos humillados y como que quisiéramos que no nos vieran.
Son tentaciones que fácilmente nos afloran desde nuestro orgullo y nuestro amor propio y eso crea tensiones en nuestro interior y también de alguna manera con aquellos que nos rodean. En unos mas y en otros menos, pero nos suceden cosas así en nuestro interior que luego se manifiestan en gestos y en actitudes, en desconfianzas, en ocultamiento de nuestra verdadera personalidad. Con lo bonita que seria la vida si viviéramos en actitudes sencillas y de humildad en nuestras relaciones con los demás; quitaríamos amarguras que se nos meten por dentro con nuestros miedos y sabríamos ser felices haciendo felices a los demás.
El texto del evangelio que hoy se nos ofrece es una continuación del momento en que en la cena pascual lava los pies a los discípulos. Ya sabemos como les impresiono aquel gesto de Jesús y hasta les resulto incomprensible; ya sabemos que Pedro no quería dejarse lavar los pies. Por el texto complementario ya sabemos como Jesús les dice que si El, el Maestro y el Señor, les ha lavado los pies así tienen que hacerlo los unos con los otros. Hoy le escuchamos en la continuación de las palabras de Jesús que les dice que ‘el discípulo no es más que su maestro ni el enviado mayor que el que lo envía’.
Son las actitudes nuevas que Jesús quiere que adornen nuestra vida, mas bien, nos envolvamos en ellas haciéndolas como nuestra piel. Ya nos dirá que nuestro distintivo ha de ser el amor, el servicio humilde, el ser capaces de darnos por los demás, y como modelo nos pone su amor. ‘Amaos los unos a los otros, como yo os he amado’, terminara diciéndonos. No es una medida cualquiera, porque bien sabemos cual es la medida del amor de Jesús, el amor más supremo, el amor de quien es capaz de dar la vida por los que ama.
Como decíamos antes son palabras bonitas fáciles de decir, pero lo importante es que sepamos traducirlas al día a día de nuestra vida. No se trata de hacer grandes cosas, sino que esas cosas pequeñas que cada día hagamos las realicemos impregnadas de ese amor, con esa sencillez de los gestos pequeños y humildes. Esa buena palabra dicha con suavidad en el momento en que pudiera surgir en nosotros la ira y la violencia, ese pequeño gesto de acercarnos a quien esta solo, ese saludo amable y con una sonrisa a aquel con quien nos encontramos, ese interesarnos con delicadeza por la salud y el bienestar de quienes están a nuestro lado, esos oídos atentos para escuchar en silencio el dolor o la preocupación que el amigo o el vecino quizás quiere compartir con nosotros.
Eso es, en cosas sencillas así, el lavarles los pies a los demás que Jesús nos dice que nosotros tenemos que hacer como El hizo. Esa es la acogida que tenemos que saber hacer al que llega a nuestro lado. Eso es saber descubrir al Señor en aquel con quien nos encontramos y que camina con nosotros en la vida.

miércoles, 10 de mayo de 2017

La fe en Jesús pone una nueva luz en nuestra vida para sentir que no estamos solos y tener la fuerza para ir al encuentro incluso de aquellos que nos han aislado


La fe en Jesús pone una nueva luz en nuestra vida para sentir que no estamos solos y tener la fuerza para ir al encuentro incluso de aquellos que nos han aislado

Hechos de los apóstoles 12, 24-13, 5; Sal 66; Juan 12, 44-50
Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas’. Consoladoras palabras de Jesús. Poner nuestra fe en El y nuestra vida se llena de luz. Lo necesitamos.
Muchas tinieblas nos acechan en la vida. El mal que quiere esclavizarnos y llevarnos por caminos de muerte y que sutilmente se nos va metiendo en el alma. De muchas maneras. Nos confunde tantas veces. Nos llenamos de desanimo cuando no avanzamos en la vida como quisiéramos, perdemos fácilmente la esperanza con tantos signos de mal que contemplamos a nuestro alrededor. Sentimos la soledad del que lucha contra el mal y no recibe ningún estimulo de los que le rodean porque parece que todos están en contra de aquello por lo que el lucha.
En mundo de mucha intercomunicación quizás por las redes sociales nos relacionamos fácilmente con los que están lejos con el peligro de quedarnos quizás en la frivolidad o la superficialidad, mientras con los que están cerca de nosotros sentimos que se abren barreras de indiferencia, cuando nos ignoramos los unos a los otros, no nos tenemos en cuenta o no sabemos valorarnos en aquello bueno que intentamos hacer.
El vecino que esta al lado de nuestra puerta, el amigo de siempre con quien tanto quizás en otros momentos tanto habíamos compartido, aquellos con los que nos relacionábamos mucho en nuestro trabajo, ahora los vemos lejos, los encontramos distantes, ya no tenemos una palabra que decirnos, el olvido se ha apoderado de nosotros y se han roto aquellas hermosas relaciones de otros tiempos. Se crean así dolorosas soledades en el alma viéndonos tan lejos de los que han estado o están tan cerca, pero que parece que se han olvidado de nosotros creándose abismos que nos separan.
No podemos, sin embargo, perder la esperanza, borrar la ilusión, tener fe a pesar de las oscuridades de que no estamos solos y siempre hay un rayo de luz que nos ilumine. La palabra que hoy nos dice Jesús es ese rayo de esperanza. Ponemos en El nuestra fe y sabemos que no nos faltara su luz. Esa luz que nos llenara de esperanza, que recargara una y otra vez en nosotros esas baterías de ilusión que parecen descargadas, porque nunca nos sentiremos totalmente solos; sabemos que El esta con nosotros.
Pero aun mas su luz nos dará una nueva visión, unos nuevos ojos para contemplar señales de cercanía que nos parecía que no existían. Su luz pondrá fuerza en nuestro corazón para mantener nuestra luz, para perseverar en eso bueno que queremos realizar, para salir al encuentro con los demás y no desanimarnos a pesar de que nos parezca que están tan lejos. Con esa luz nueva en nuestro corazón seremos capaces de orar incluso por esos que se han distanciado de nosotros, pero pediremos también esa fuerza que necesitamos para a pesar de todo y a contracorriente ir nosotros también al encuentro de esos mismos que nos han aislado. Es difícil, cuesta, pero con la fuerza del Espíritu del Señor podremos realizarlo.
Que no se nos apague esa luz, que se mantenga intacta nuestra fe, que se abran nuestros ojos y nuestro corazón para gozar de esa presencia del Señor junto a nosotros.

martes, 9 de mayo de 2017

Probemos a ponernos en ese camino de la fe y seguro que descubriremos grandes cosas, que de otra forma con nuestros ojos cegados por la increencia nunca llegaríamos a descubrir

Probemos a ponernos en ese camino de la fe y seguro que descubriremos grandes cosas, que de otra forma con nuestros ojos cegados por la increencia nunca llegaríamos a descubrir

Hechos de los apóstoles 11,19-26; Sal 86; Juan 10, 22-30
Hay ocasiones en que alguien nos cuenta algo que nos parece interesante pero que se va alargando en su narración y aunque vislumbramos que puede llegar a ser muy interesante sin embargo en vueltas y vueltas del narrador parece que no llegamos nunca hasta el final estando muy intrigados por su desenlace. Diríamos que crea suspense en nosotros, como nos sucede en películas o nos puede suceder en una obra literaria. Queríamos saber la verdad final de aquella historia pero parece que nunca llegamos al final.
Nos puede suceder en la intriga que se crea en la vida cuando creemos conocer una persona, pero van apareciendo aspectos de su vida hasta entonces desconocidos para nosotros y que nos ponen en vilo sintiendo honda curiosidad por saber como realmente es esa persona.
Nos tienes en suspenso, ¿hasta cuando?’ le decían los contemporareanos de Jesús. Les parecía que lo sabían todo de El, pero cada día van descubriendo nuevos aspectos de su personalidad. Creían vislumbrar en El a un hombre de Dios, a un profeta y entre sus esperazas estaba el que fuera el Mesías. Pero Jesús no terminaba de presentarse con la idea preconcebida que tenían de lo que había de ser el Mesías. ‘Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente’ le preguntan.
Las ideas preconcebidas nos pueden confundir cuando la realidad no se ajusta a lo que nosotros habíamos pensado. Con Jesús nunca podemos ir con ideas preconcebidas, con prejuicios, sino que nuestro espíritu ha de estar siempre abierto a dejarse conducir por el Espíritu de Dios que es el que de verdad nos lo revela.
Jesús nos habla de sus obras, que son las obras de Dios. Con lo que Jesús realiza tendríamos que saber descubrirle, reconocerle. Pero algunas veces pareciera que tenemos vendados los ojos. Como le sucedía a la gente en los tiempos de Jesús. Hemos de saber poner nuestra fe en El; si no vamos con los ojos de la fe no llegaríamos a conocerle de verdad. Le sucede a tantos; nos sucede tantas veces, que a causa de nuestros prejuicios nos llenamos de dudas que nos enfrían el corazón y terminamos negando hasta lo más evidente. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y eso nos sucede en muchas ocasiones.
Hoy se nos ofrece Jesús con la hermosa imagen del pastor y de las ovejas. Una imagen bucólica, si queréis decirme, pero una imagen muy llena de significado si miramos, repito, con los ojos de la fe. Y la fe no es una cosa que conquistemos nosotros, es algo sobrenatural, es un don de Dios. Y Dios quiere regalarnos ese don de la fe si nosotros queremos aceptarlo; pero si lo rechazamos no hay nada que hacer.
Al menos probemos a ponernos en ese camino de la fe y seguro que descubriremos grandes cosas, que de otra forma con nuestros ojos cegados por la increencia nunca llegaríamos a descubrir. Tengamos paciencia, aunque se cree en nosotros un cierto suspense, que al final el Señor se nos revelara y nuestra alegría será grande, nuestra alegría será completa. 

lunes, 8 de mayo de 2017

A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por su nombre a sus ovejas y las saca fuera


El Señor siempre quiere lo mejor para nosotros, vida en abundancia, y nos esta haciendo llegar su llamada y su invitación para seguirle a través de muchos signos y señales

Hechos de los apóstoles 11,1-18; Sal 41; Juan 10,1-10
‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante…’ son las palabras finales que escuchamos en el evangelio de hoy. Ya el comienzo del evangelio de Juan en lo que solemos llamar su prologo nos habla de la Palabra, de la luz, de la vida. La Palabra que se nos revela y nos revela el misterio de Dios; la luz que ilumina, aunque las tinieblas traten de rechazarla; la vida que nos salva, que nos regala la gracia de Dios, y de tal manera que nos hace hijos si en verdad escuchamos esa Palabra, nos dejamos iluminar por esa luz y nos dejamos transformar por la fuerza del Espíritu arrancando todo lo que haya de muerte en nosotros.
Hoy con la imagen del pastor, de la que nos sigue hablando el evangelio igual que ayer domingo, Jesús se nos presenta como ese Buen Pastor que quiere siempre para nosotros la vida y no de cualquier manera. Es tal el deseo de Jesús que se entrega por nosotros, da su vida para que nosotros tengamos vida, entrega su vida por amor hasta la muerte para arrancarnos del pecado y de la muerte.
Como Buen Pastor que nos ofrece los mejores pastos para alimentarnos y llenarnos de vida, nos ofrece su cuerpo entregado y su sangre derramada para el perdón y para la vida, para nosotros y para todos, de forma sobreabundante en una alianza eterna de amor de manera que ya nos hace participes de su propia vida. 
Este texto del evangelio esta lleno de exquisiteces, de detalles de amor que tendríamos que saber escuchar en lo más hondo de nosotros mismos y saborear esa dulzura de su amor dando así respuesta con nuestra vida y con nuestro amor a tanto que El quiere ofrecernos.
Hoy nos habla del pastor que conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen a El. Creo que tendría que hacernos pensar y mucho. Primero El nos conoce, nos llama por nuestro nombre, es decir, con todo lo que es la realidad de nuestra vida, tan llena muchas veces de sombras, pero que también hemos de saber descubrir tan llena igualmente de luces. A pesar de nuestras sombras nos ama; a pesar de que erramos tantas veces el camino, El nos busca, nos llama, viene a nuestro encuentro ofreciéndonos mil gestos de amor. Sepamos reconocerlo. Sepamos descubrir esos gestos y esas llamadas que de mil maneras nos hace y démosle respuesta.
Pero nos decía también las ovejas conocen y escuchan la voz de su pastor. En nuestra civilización mas urbana quizás ya no sabemos apreciar debidamente lo que esto significa porque por otra parte poco sabemos de rebaños y de ganados. Pero alguna vez lo hemos contemplado, esos rebaños conducidos por un pastor, donde las ovejas siguen al pastor que les guía, reconoces sus silbidos o sus voces con sus indicaciones de por donde ir o por donde dejarse conducir. Es la experiencia quizás que tengamos con animales donde es fácil hoy acompañarnos de nuestras mascotas y ya sabemos como nos conocen y nos siguen, como se alegran cuando de nuevo se encuentran con nosotros y como obedecen nuestras ordenes. Válganos esa experiencia o ese ejemplo.
Así tendríamos nosotros que conocer la voz de Dios, la voz de Jesús que nos habla y que nos llama, que inspira sentimientos en nuestro corazón o nos ofrece señales en los caminos de nuestra vida que se convierten para nosotros también en voz de Dios.
Cuantos signos va poniendo el Señor a nuestro lado de su presencia en la Iglesia o en sus pastores, pero también en tantas cosas buenas que podemos ver en los demás que se pueden convertir para nosotros en llamadas a nuestra conciencia. Sepamos discernir esa voz del Señor, esos signos de la presencia de Dios en nuestra vida; escuchemos su voz y sigámosle con toda la fuerza del amor. El Señor siempre quiere lo mejor para nosotros, vida en abundancia como nos dice hoy el evangelio, y nos esta haciendo llegar su llamada y su invitación para seguirle.

domingo, 7 de mayo de 2017

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos

Es Jesús ese Buen Pastor, que nos llama y nos busca, nos alimenta y nos da vida, con el alimento de su Palabra y de su propia vida, la puerta verdadera que nos abre a la plenitud de Dios

Hch 2,14a.36-41; Sal 22; 2Pedro 2,20-25; Juan 10,1-10
Traspasar una puerta es abrirnos a lo que esta mas allá. Un mundo nuevo que se nos puede abrir ante el que quizás vamos con cierta incertidumbre, pero también cuando traspasamos las puertas del hogar sabemos que nos vamos a sentir acogidos y queridos, nos vamos a sentir a gusto, nos vamos a encontrar allí donde plenamente desarrollamos lo que somos y lo que son nuestras esperanzas. Vayamos en positivo para quitar temores y miedos, traspasemos esa puerta que nos abre al encuentro profundo con los otros; traspasemos esa puerta tras la cual tanto podemos construir no solo para nosotros mismos sino también para aquellos con quienes convivimos o con quienes nos vamos a encontrar.
Mucho nos puede hacer pensar el sentido de ese traspasar esa puerta, aunque principalmente hasta ahora nos podamos referir a ese hogar de nuestras satisfacciones, pero puede ser la puerta que nos haga salir para ir al encuentro con los demás; y salir puede significar mucho también en cuanto salimos de cuanto nos encierra en nosotros mismos, en cuanto nos hace romper, por así decirlo, círculos que nos hagan mirarnos solo a nosotros mismos y nuestras cosas. Salimos y vamos mas allá; salimos y nos encontramos con el otro; salimos y nos abrimos a un mundo donde hemos de ir dejando también nuestras huellas en cuanto bueno podamos construir.
Cuanto podemos decir del sentido ese traspasar una puerta; a cuantas cosas nos puede abrir este pensamiento. Y le estoy dando vueltas a esta idea desde que escuche en el evangelio que Jesús nos decía que El es la puerta. Nos hablaba de un redil y de unas ovejas; nos hablaba de unos buenos pastores que cuidan de sus ovejas y las llevan a buenos pastos de vida pero nos hablaba también de ladrones y salteadores que no entran por la puerta, sino que buscan como robar y como destruir entrando, no por la puerta, sino por donde sea.
Este domingo lo llamamos tradicionalmente el domingo del Buen Pastor, por las imágenes que nos ofrece el evangelio. Es Jesús ese Buen Pastor, que nos llama y nos busca, nos alimenta y nos da vida, nos ofrece el alimento de su Palabra y de su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Es Jesús el que verdaderamente nos conduce a la vida porque es el camino que nos lleva hasta el Padre; es Jesús el que se ofrece por nosotros para que tengamos vida y tengamos vida en abundancia como hoy mismo nos dice.
Pero además hoy nos esta diciendo que es la puerta, la puerta verdadera, la puerta que conduce a la vida, la puerta que nos abre a la plenitud de Dios. ‘Yo soy la puerta, nos dice, y quien entre por mi se salvara y podrá entrar y salir y encontrara pastos’. Es Jesús el que nos conduce a Dios, y en otro momento nos dirá que es el camino.
Es el que nos revela a Dios porque ‘nadie conoce al Padre sino al Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’, y nos dirá que es la Verdad; es la Palabra que nos da vida y nos llena de luz y nos dirá que es la Vida; es la Palabra que nos alimenta y que nos salva, y la Palabra que nos conduce hasta Dios. Porque ‘a Dios nadie lo vio jamás, el Hijo único que es Dios y que esta en el seno del Padre, nos lo ha dado a revelar’, nos decía el principio del evangelio de Juan.
Por eso sabemos que entrando por esa puerta que es Jesús nos vamos a encontrar con la plenitud de nuestra vida, la realización plena de lo que somos nosotros; entrando por esa puerta que es Jesús, porque escuchamos su voz, porque seguimos sus palabras, nos vamos a encontrar la felicidad mas que ninguna cosa humana nos podrá dar; entrando por esa puerta que es Jesús nos abriremos a ese camino autentico del amor y de la justicia con el que tanto bien podemos hacer a los demás para construir ese mundo mejor que todos necesitamos.
Cuando escuchamos a Jesús y le seguimos ya no podemos seguir encerrados en ese círculo que nos encierra en nosotros mismos, sino que siempre vamos a encontrar ese camino que se abre ante nosotros para ir al encuentro con los demás. Es incomprensible un seguir de Jesús que viva encerrado en si mismo; es imposible que si nos llenamos de la vida de Jesús no amemos a los demás a la manera como nos ama Jesús; es inconcebible en uno que haya escuchado la Buena Nueva de Jesús, el Evangelio para nuestra vida que es Jesús, que no nos sintamos impulsados a llevar también esa Buena Noticia de vida y salvación al mundo que le rodea.
Este evangelio de hoy, esta contemplación de Jesús como Buen Pastor y también como puerta por donde han de entrar las ovejas se convierte para nosotros en una llamada; es una vocación para sentir que como Cristo hemos de ser también pastores, pastores que anuncien, pastores que ayuden a los demás a ese encuentro con la verdad de Cristo, con la luz de Cristo, con la vida de Cristo.
Es un día de llamada, por eso decimos que es el día de las vocaciones. Para sentirnos llamados, pero también para orar al dueño de la mies, como nos enseña el mismo Jesús en el evangelio, para que sean muchos los que escuchen esa llamada, para que sean muchos los enviados con esa misión pastoral, esa misión de pastores en medio del pueblo de Dios.