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lunes, 8 de enero de 2018

Miremos con la mirada de Jesús y nos daremos cuenta que es posible un mundo nuevo y mejor y nos llenaremos de esperanza

Miremos con la mirada de Jesús y nos daremos cuenta que es posible un mundo nuevo y mejor y nos llenaremos de esperanza

1Samuel 1,1-8; Sal 115; Marcos 1,14-20

Alguna vez nos han dicho ‘parece que no ves más allá de lo que tienes en la punta de tus narices’, y es que nuestras miradas tienden a ser muy cortas, miramos solo lo que nos aparece delante pero como de pasada sin fijarnos en detalles, o sin descubrir las cosas que encierran lo que está delante de nosotros. También suele decirse que vemos según el color del cristal a trabes del cual miramos, y depende de nuestro estado de ánimo o de la malicia o bondad que haya en nuestro corazón para ver e interpretar lo que sucede en nuestro entorno, en nosotros o en los que nos rodean.
Tenemos que aprender a cambiar nuestra mirada, a tener una mirada amplia y a poner generosidad y luz en nuestro corazón para ver desde ese cristal de bondad a los demás o lo que nos rodea. Nos hace falta también esa mirada amplia para ver mejor la perspectiva de las cosas; hay un antes y un después, hay unas circunstancias que nos rodean, unos condicionantes quizá, unas influencias que recibimos o también una educación que nos ha dado unas pautas; esa educación se ha hecho no solo desde lo que nos han enseñado con buena voluntad y buenos deseos quienes tenían esa responsabilidad en nosotros, sino también son las influencias de todo tipo que recibimos de la sociedad y que nos van marcando pautas o modos de reaccionar.
En nuestra madurez tenemos que saber discernir, saber descubrir, abrir horizontes, tener otra mirada, que será lo que vaya dando una mayor plenitud a nuestra vida, lo que hará que nos vayamos realizando nosotros mismos.
Por esa falta de amplitud de mirada quizás algunas veces vivimos dándole vueltas y vueltas a lo mismo, a nuestros problemas, a cuanto nos hace sufrir a nosotros o vemos que hace sufrir a muchas personas que querrían algo distinto y mejor como nosotros también lo queremos, pero  no somos capaces de salirnos de ese circulo para ampliar nuestros horizontes y encontrar otra salida. Nos hace falta algo que despierte nuestra esperanza, que ponga una ilusión nueva en nuestra vida, que nos dé fuerza para ser capaces de emprender otros caminos.
Hoy en el evangelio contemplamos el principio de la actividad pública de Jesús. Es el principio del evangelio que ahora de forma continuada vamos a ir leyendo, escuchando, reflexionando en este tiempo litúrgico ordinario que comenzamos. Aparece Jesús por Galilea recorriendo sus caminos, llegando a todos los lugares haciendo un anuncio con el que quiere despertar la esperanza de aquellas gentes, hacer que tengan otra mirada sobre la vida y sobre lo que pueden hacer.
Llega el Reino de Dios, les dice, está cerca, está ya en medio de vosotros. Pero es necesario convertirse, cambiar la perspectiva, abrir horizontes a la vida, no contentarnos con lo que somos o siempre hemos tenido. Todo puede cambiar, puede haber un mundo nuevo y distinto que sea mejor, Reino de Dios lo llama El. Es el sentido de las palabras de Jesús.
Tenemos que cambiar nuestra mirada, nuestra perspectiva. Jesús despierta en nosotros inquietud, deseos de cosas grandes pero que no se pueden quedar solo en deseos. Hemos de ponernos en marcha, en camino. Jesús nos invita a ir con él, como hizo con aquellos primeros discípulos a los que va llamando en las orillas del mar de Galilea. No se pueden quedar en pescar solo aquellos peces del lago, otra pesca se abre en perspectiva ante sus vidas. ‘Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres’, les dice y ellos le siguen.
Nos lo dice a nosotros también. Una alegría nueva brota en nuestro corazón ahora cargado de esperanza y nos queremos poner en camino. Tenemos que hacer posible ese mundo nuevo; tenemos que ayudar a los demás a soñar en ese mundo nuevo, a tener una mirada distinta y descubrir que se pueden hacer muchas más cosas que lo que hacemos. Nuestra mirada, nuestra perspectiva, el color a través del cual miramos ahora son los ojos de Jesús. Veremos las cosas distintas, podemos hacer que las cosas sean distintas. No nos quedamos en lo inmediato, le damos una nueva trascendencia a la vida, saber mirar más allá, sabemos ir más allá. Con Jesús es posible.

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