Vistas de página en total

sábado, 10 de febrero de 2018

No sigamos diciendo ‘¿qué es esto para tantos?’ cuando vemos las necesidades a nuestro lado y lo que somos o tenemos, sino seamos capaces de realizar el milagro del amor

No sigamos diciendo ‘¿qué es esto para tantos?’ cuando vemos las necesidades a nuestro lado y lo que somos o tenemos, sino seamos capaces de realizar el milagro del amor

1Reyes 12,26-32; 13,33-34; Sal 105; Marcos 8,1-10

¿Qué hacemos cuando vemos personas o familias en nuestro entorno que pasan necesidad, que tienen problemas, que están agobiados porque no pueden salir adelante en la solución de sus problemas personales o de su familia? Vamos a decir que sentimos preocupación y si podemos ocasionalmente les echamos una mano, pero también nos sucede que cuando los problemas no se solucionan nos sentimos impotentes y enseguida reclamamos que las instituciones públicas resuelvan esos problemas, les decimos que acudan a las diversas organizaciones sociales que podamos conocer para que les ayuden a resolver esos problemas que a nosotros nos desbordan.
Son reacciones normales que cuando hay algo de sensibilidad podemos tener ante situaciones así, aunque bien sabemos también que podamos sentir la tentación de cerrar los ojos, mirar para otro lado, no querer enterarnos de lo que pasa, y les pasamos el problema a los otros.
Mucha gente insensible en este sentido nos encontramos en demasiadas ocasiones, porque solo piensan en si mismos, o que con aquello que tienen primero tienen que resolver sus problemas, tratar de vivir bien y de alguna manera se desentienden de esas situaciones. Con lo poquito que tenemos, decimos,  no nos da para resolver todos los problemas que podamos encontrar. Cuantas veces en los caminos de la vida damos rodeos para no encontrarnos con aquel que nos tiende la mano desde su necesidad.
Hoy el evangelio nos ayuda en ese sentido. Que aprendamos a abrir los ojos para ver la necesidad, que nos impliquemos, y que seamos capaces de compartir hasta esos pocos panes y peces que tengamos en nuestras alforjas. Una muchedumbre se había reunido en torno a Jesús y habían marchado con El por aquellos caminos de Galilea. Ahora estaban en descampado, llevaban días con Jesús, las pocas provisiones que llevaban se les habrían agotado y Jesús siente lástima de toda aquella gente. Hay que hacer algo; así lo manifiesta a sus discípulos más cercanos.
‘¿Y de dónde se puede sacar pan, hache, en despoblado, para que se queden satisfechos?’, le responden sus discípulos. Es cierto que es una realidad que se puede constatar. Pero Jesús insiste. ‘¿Cuántos panes tenéis?’ los discípulos le hablan de siete; otro evangelista narrándonos este mismo hecho habla de un muchacho que tiene unos pocos panes y paces que pone a disposición.
Y Jesús quiere que compartan aquello poco que tienen y les manda sentarse por donde puedan. ‘¿Qué es esto para tantos?’ es el pensamiento que surge entonces como sigue surgiendo  hoy cuando vemos los problemas. ¿No llegamos a decir que ya el mundo no puede producir lo suficiente para la creciente población mundial que se multiplica día a día? Sin embargo cuantos sobrantes tiramos todos los días.
Aquello poco va a dar para que coman todos hasta hartarse. Es el milagro del amor. Es el milagro que nosotros también podríamos hacer cada día si en verdad llenáramos de amor nuestro corazón. Hubo alguien que supo compartir lo poco que tenia y todos pudieron comer.
¿Dónde está nuestra sensibilidad y nuestra disponibilidad? ¿Seguiremos encerrándonos en nuestro círculo y en nuestros propios intereses nada más? ¿No tendrían que ser otras nuestras actitudes, la apertura de amor de nuestro corazón? Creo que no hace falta decir mucho más, sino detenernos a pensar, a reflexionar, a despertar la sensibilidad de nuestro corazón. ¿Seguiremos diciendo hoy como entonces ‘qué es esto para tantos’?

No hay comentarios:

Publicar un comentario