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jueves, 22 de marzo de 2018

Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.


Escuchemos y pongamos toda nuestra fe en esa Palabra de Jesús porque escucharle es ponernos en camino para vivir una vida nueva que dura para siempre

Génesis 17,3-9; Sal 104; Juan 8,51-59

Una palabra es algo más que un sonido gutural que brota de nuestra garganta. Una palabra dice, trasmite algo, comunica lo que de otra manera no seriamos capaces de expresar. Una palabra expresa una idea, un pensamiento, un sentimiento quizá también, algo que llevamos en nuestro interior y que queremos comunicar, compartir, hacer participe a nuestro interlocutor.
Hay palabras y palabras. Cuántas veces cuando escuchamos una palabra sentimos un aliento de vida en nuestro interior que nos levanta; cómo una palabra también puede hundirnos y llevarnos a sentimientos oscuros y tristes. Depende de lo que queremos comunicar, de los sentimientos que haya en quien nos trasmite la palabra o en nosotros que la recibimos.
No todos recibimos la misma palabra de la misma manera. Una palabra puede ser un rayo luminoso que nos abra a nuevos horizontes y nos puede trasmitir un aliento de vida. Cuántos se han puesto a caminar nuevos caminos en su vida tras una palabra que un día recibieron. Pero también podemos sentirnos heridos por una palabra que nos viene desde la arrogancia, la prepotencia y el orgullo, o desde la violencia.
Adquieren tantos matices las palabras que escuchamos y que podemos decir. Muchas cosas nos podríamos decir sobre cómo escucharlas y muchas cosas tendríamos también que tener en cuenta a la hora de pronunciar una palabra. Ojalá lo que trasmitamos siempre sean palabras de vida, de aliento, de esperanza, de consuelo. Hay demasiadas palabras tristes en la vida, muchas palabras de amargura y de muerte.
Hoy Jesús nos dice que quien escuche su Palabra no sabrá lo que es morir para siempre. Significa eso que su Palabra siempre es Palabra de vida, y no para vivir de una forma cualquiera, porque El ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia, como se nos dirá en otro momento del evangelio. No entendieron o no quisieron entender los judíos lo que Jesús les decía. No creían en El. Es necesario creer en la Palabra, por algo ya desde el principio El nos dice que creamos en la Buena Noticia. La Palabra de Jesús es una Buena Noticia, una Buena Noticia para la vida.
Pero ya el evangelista al principio de su evangelio nos habla de la Palabra que estaba en dios desde toda la eternidad, la Palabra por la que fue hecho todo, la Palabra que era Luz y que era Vida. Pero también nos dice que hubo quien prefería las tinieblas a la luz; que la Luz quería brillar en medio de las tinieblas para iluminar a todo hombre, pero no la quisieron recibir. Pero también nos dice que a quienes la recibieron, quienes creyeron en la Palabra se llenaron de vida de tal manera que comenzaron a ser hijos de Dios.
Queremos recibir nosotros esa Palabra que es Luz y que es Vida. Queremos creer en esa Palabra dejándonos transformar por Ella para tener vida para siempre. Nos dice que quien cree en su Palabra no sabrá lo que es morir para siempre.
Jesús es esa Sabiduría de Dios, es la Palabra vida de Dios que se hizo hombre, que plantó su tienda entre nosotros, esa luz que nos ilumina, esa vida que nos resucita. Escuchemos y pongamos toda nuestra fe en esa Palabra de Jesús. No es un sonido cualquiera sino que es a Dios mismo que nos habla a quien vamos a escuchar. Sabemos que escucharle a El es ponernos en camino para vivir una vida nueva; escucharle a El es convertirnos también en trasmisores de esa Palabra para nuestros hermanos los hombres; escucharle a El es comulgar con El, comerle para tener vida para siempre y ser resucitados en el último día.



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