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viernes, 18 de mayo de 2018

Escuchemos en nuestro interior la pregunta que Jesús también nos hace por nuestro amor y la invitación a seguirle en la misión que nos confía



Escuchemos en nuestro interior la pregunta que Jesús también nos hace por nuestro amor y la invitación a seguirle en la misión que nos confía

Hechos de los apóstoles 25, 13-21; Sal 102; Juan 21, 15-19

Sígueme…’ le había dicho un día Jesús, casi al comienzo de su anuncio del Reino por los caminos y aldeas de Galilea cuando se lo  había encontrado en la orilla del lago recogiendo las redes de su barca. ‘Sígueme y serás pescador de hombres’, le dijo entonces después de una pesca milagrosa porque Pedro había puesto toda su confianza en Jesús y en su nombre había echado las redes al lago donde parecía que no había nada.
Ahora, al final del evangelio, después de todos los acontecimientos de la pascua, también en la orilla del lago donde les había salido al encuentro e igualmente se había producido una pesca milagrosa, también terminaría diciéndole a Pedro, ‘Sígueme’. Si entonces había sido una confianza incondicional, ahora ha sido una triple protesta de amor después de huidas, negaciones y encierros en los momentos duros de la pascua.
Si entonces le había dicho que seria pescador de hombre, ahora le decía que habría de pastorear sus ovejas. ‘¿Me amas, Pedro?’ había sido la pregunta repetida. ‘¿Me amas más que estos?’ Mira que tengo para ti una misión muy especial. Te he llamado Pedro, aunque sé que eres Simón, el hijo de Jonás. Pero ya te lo había dicho, ahora serás Pedro, porque quiero que seas piedra, la piedra sobre la cual y en torno a la cual se formará la Iglesia, la comunidad de los que creen en mí y me siguen. Y tú, tienes que mantener viva la fe de los hermanos; en torno a ti se han de reunir y serás signo de comunión. Has de estar firme, por eso te pregunto sobre tu amor.  ‘¿Me amas, Pedro?’
Y Pedro sintió la alegría del amor, claro que amaba a Jesús, si por El había estado dispuesto a dar su vida. Pero al mismo tiempo ante la repetición de la pregunta, sintió tristeza en su corazón, porque había comenzado a recordar; mucho impulso a las primeras palabras, pero a los primeros peligros también se había echado para atrás y había negado.
Pero Jesús seguía preguntando, ‘¿me amas, Pedro?’ Es que quiero seguir confiando en ti, has de pastorear al rebaño, has de pastorear a las ovejas, has de cuidar de los corderos, has de defenderlos de todo peligro, has de hacerlos caminar con seguridad, la seguridad de la fe que no se debilita ni se apaga. Por eso tienes que confirmar en la fe a los hermanos, has de mantener firme y vivo el rebaño, han de ser un solo rebaño, porque solo tienen un Pastor. Y Pedro siente que Jesús sigue confiando en El. Un día salieron lágrimas de sus ojos cuando se dio cuenta de su pecado, de lo triste de su cobardía que le llevó a la negación, pero ahora quizás vuelven a rodar las lagrimas por su rostro, porque siente la confianza de Jesús. ‘¡Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo!’
¿Nos estará Jesús preguntando también a nosotros por nuestro amor? Escucha esa pregunta en tu interior. Aunque muchas hayan sido las debilidades de nuestra vida porfiémosle a Jesús nuestro amor. Señor, tú sabes que te amor, haz que crezca mi fe, haz que crezca mi amor. Jesús sigue confiando en nosotros; Jesús sigue confiándonos una misión en medio de la comunidad y en medio del mundo. Tenemos que ser sus testigos y lo seremos con nuestro amor. Que sea verdadero y auténtico nuestro amor. También nosotros nos dice: ‘Sígueme’.

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