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lunes, 21 de mayo de 2018

María, Madre de la Iglesia, estará siempre a nuestro lado, al lado del camino de la Iglesia para ser plenamente lo que las madres saben ser y hacer con sus hijos


María, Madre de la Iglesia, estará siempre a nuestro lado, al lado del camino de la Iglesia para ser plenamente lo que las madres saben ser y hacer con sus hijos

Hechos 1, 12-14; Sal. Jdt 13; Juan 19, 25-27
Fue en pleno concilio Vaticano II, en la clausura de la tercera sesión cuando el papa Pablo VI quiso dar a María el título de Madre de la Iglesia. Se había tratado en aquellas sesiones ampliamente el tema de la Iglesia y dentro de dicha constitución se había dedicado un amplio capítulo – el octavo capitulo – a la figura de María dentro de la misión de la Iglesia. En la propia realización del concilio habían surgido voces de muchos miembros del Episcopado, como ya antes en amplios sectores del pueblo de Dios, de esa proclamación de María, como Madre de la Iglesia.
Ya desde entonces, como celebración votiva en el lunes siguiente a Pentecostés se venia celebrando esta memoria de María, Madre de la Iglesia, y recientemente ha sido instituida esta celebración para toda la Iglesia universal en esta fecha del calendario litúrgico, en este día de hoy precisamente.
Si contemplábamos a María en el cenáculo con la Iglesia naciente en oración para la venida del Espíritu Santo como ya nos señala Lucas en los Hechos de los Apóstoles, aunque María ya estaba inundada del Espíritu Santo que había venido sobre ella para hacerla la Madre del Hijo de Dios, justo es que la contemplemos con los Apóstoles en el momento de Pentecostés. Hoy lo queremos festejar de manera especial.
María es la Madre de Jesús, la madre de Cristo, que es cabeza de la Iglesia; todos unidos formamos el cuerpo de Cristo y El es nuestra cabeza. Justo es que al contemplar y celebrar a María la Madre de Cristo, la invoquemos también como madre de todo el Cuerpo místico de Cristo, que somos nosotros, que es la Iglesia. A los cuidados maternales de María estamos confiados por Jesús desde el momento de su muerte en la Cruz, donde nos la dejó como Madre, ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre’, dice Jesús señalando a Juan en quien todos estábamos representados.
Así la Iglesia siempre la ha tenido como madre, aunque algunas veces parece que nos pasáramos en nuestros fervores adornándola incluso con cosas materiales; pero es justo que unos hijos enamorados de su madre quieran para ella las cosas mas hermosas que incluso humanamente pudieran imaginar además de contemplarla siempre como la mas hermosa – nadie es más hermoso para un hijo que su madre – y en ella contemplemos las mas hermosas virtudes y valores que quisiéramos imitar también en nuestra vida.
Sintamos, pues, esa presencia de María en nuestro caminar, como tantas veces hemos cantado; sienta la Iglesia en su misión evangelizadora esa presencia de María que sea un estimulo para esa hermosa tarea del anuncio del evangelio de la salvación; sientan los misioneros y predicadores ese aliento de María para incansablemente seguir en la tarea de la evangelización de nuestro mundo; sientan ese aliento de María todos los que quieren vivir en el espíritu de las bienaventuranzas – en las que María es el mejor modelo y ejemplo – y quieren hacer vida de su vida las obras de la misericordia; sientan el aliento de María Madre los niños y los jóvenes que se abren a la vida con ilusión y llenos de esperanza por hacer un mundo mejor y que nunca el desaliento o el cansancio corte las alas de su ilusión para entregarse a las cosas mas bellas y a los ideales más altos.
María, silenciosamente como saben hacerlo siempre las madres, estará a nuestro lado, al lado del camino de la Iglesia para ser ese aliento que necesitamos, ese estimulo que nos impulse, ese ejemplo que nos enamore, esa alegría que llene de sonrisas el alma, esa luz que nos ilumina para hacernos ver las cosas con mayor claridad, esa mano en quien apoyarnos, esa mirada que llena de ardor nuestro corazón, ese calor y aliento que nos hace luchar por ser cada día más buenos y mas santos, esa estrella que nos hace mirar a lo alto para que pongamos altura de miras en nuestros ideales. Es la Madre, es María, Madre de la Iglesia que camina siempre a nuestro lado.

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